PALABRAS CON HISTORIA: ESCRITOR

Por: Marcos López Herrador

El diccionario es sumamente parco a la hora de definir el concepto de escritor al describirlo como: Autor de obras escritas o impresas. Persona que escribe obras científicas o literarias.

Me voy a referir en esta ocasión a los escritores de obras literarias.

Se pierde en la noche de los tiempos el gusto y la tradición de escuchar historias. El hombre primitivo, al caer la tarde, reunido en grupo alrededor de la hoguera para compartir el alimento, escuchaba el relato de quienes entre los presentes tenían la habilidad de saber contar cosas que interesaban o entretenían al grupo. Eran estos relatos una fuente principal de conocimiento y de asentamiento de la propia cultura a través del nacimiento de historias que daban lugar a la construcción de mitos y religiones. Con frecuencia, era la fuente del único conocimiento que podían tener de otros grupos lejanos, a través de viajeros o prisioneros que daban noticias de otros pueblos y culturas.

Antes de la aparición de la escritura, cuando se quería que determinadas historias y relatos permanecieran en el tiempo, no se tenía otro recurso que su memorización y para facilitarla, nació la poesía que, con su estructura de versos medidos, rima, acento, y estrofas permitían que historias largas pudieran ser recordadas y transmitidas sin excesivas variaciones.

Es por esto por lo que, cuando apareció la escritura, obras como la Ilíada, o la Odisea se escribieron en verso, porque no se hizo otra cosa que dejar constancia escrita de lo que hasta entonces se había recitado y transmitido oralmente.

Al principio, los relatos se referían a historias protagonizadas por dioses, semidioses, reyes y héroes. Tuvieron que pasar siglos hasta que avanzado el Renacimiento y ya con la Edad Moderna, se impusiera la prosa tanto en el teatro como en la literatura y que las historias comenzaran a referirse a personas sencillas y del común, convirtiéndose El Quijote en la referencia de la que arranca toda la literatura moderna.

Hoy, nuestro contador de cuentos al calor de la hoguera es el escritor de ficción.

La ficción, contra lo que pueda pensarse no se refiere a lo irreal o fantástico, sino a una forma de describir la realidad a través de historias que no han sucedido, con personajes que no existen, pero que nos describen el mundo de modo que nos ayudan a conocerlo. Hasta tal punto es así que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la esencia de la ficción es siempre su verosimilitud.

Para ser escritor, no se necesita otra cosa que talento, una pluma y un papel. Dicho así parece fácil y mucha gente intenta contar historias sin mayor trámite que ponerse a redactar aquello que quiere contar, sin tener en cuenta que, como todo lo que es valioso, requiere de un esfuerzo previo que muy pocos están dispuestos a realizar.

En este sentido, escribir no es algo distinto a cualquier otra actividad que quiera ejecutarse con éxito, porque para alcanzar una meta en cualquier ámbito son necesarios tres requisitos: saber, querer, y poder. Saber presupone el conocimiento de las habilidades propias del oficio; querer implica una actitud motivada, comprometida, disciplinada y constante para desarrollar las habilidades requeridas; y poder supone siempre capacidad, talento, aptitud para llevar a la práctica los conocimientos y habilidades adquiridas.

No basta intentar redactar con destreza lo que se narra. El escritor de ficción debe dominar los elementos de su oficio, debe saber utilizar con pericia a los personajes y las complejidades que los definen, la trama como forma de construir y presentar la historia, los diálogos, el punto de vista desde el que la historia se narra, la voz narrativa como grado de emoción con el que se cuenta cuanto ocurre, el estilo, o el tema sobre el que está tratando aquello que se cuenta, entre otros.

Sólo cuando todos estos elementos se dominan, el escritor será capaz de llegar al lector, que al fin y a la postre es de lo que se trata.

Porque, en definitiva, un buen escritor por lo que se distingue es porque no escribe sus historias sobre el papel, sino en el alma de sus lectores.

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