El Atelier
Por: Inma J. Ferrero

No os podría enumerar las veces que he acudido a los libros de Amélie Nothomb para que el estupor de la cadencia de las horas, en ciertos días, desaparezca. Pero si os diré que a través de sus ojos el mundo se ve de una manera mucho más profunda que la simple contradicción.
Se tiende a decir que el escritor o el poeta, solo escriben de aquello que conocen, comprenden o saben. Incluso los que dedican la pluma a los terrenos aún por explorar dentro de la imaginación, describen mundos en la medida en la que se ajustan a las ideas, pensamientos y percepciones de una realidad personal e íntima. De manera que sí, cada escritor escribe sobre lo que ve. Sea real o no. Forme parte del mundo de las cosas evidentes o no.
El arte de Amélie Nothomb se desliza en un ambiguo camino entre el ser y el no ser. Una suerte de “rebelde” en eterna búsqueda de despuestas que rozan el existencialismo. Sus obras siempre al limite entre la crítica afiliada y el dolor profundo, es una protesta que llega al borde de la furia. Su trazo desconcierta al lector que ve sus textos llenos de una profunda contradicción porque en sus libros es palpable su firme convicción de que el mundo se construye no solo con las diferencias que nos separan sino también de la ingente cantidad de ideas que forman una frontera entre quienes somos y el otro. Por eso creo que en todos sus libros se recalca el temor a lo que no conocemos, al abismo del miedo que se apodera de nosotros cuando nos enfrentamos a aquello que desconocemos.
Nothomb escribe siempre desde la periferia, no toma partido mientras construye en sus obras una dualidad insistente en la que todos nos sumergimos. Quizá se deba en la mezcla cosmopolita en la que creció, su padre era diplomático, y su visión se vea constantemente influida por esta circunstancia. La escritora se considera así misma marginal y solitaria, y disfruta de esa interpretación de la realidad incompleta, sustentando en su escritura algo más profunda que el mero deseo de expresión. Amélie Nothomb se rebela contra la estructura de valores y las ideas vigentes de la sociedad actual. Sus novelas son frescas invitándonos a nueva lectura, que en mi caso en inevitable. La escritora se presenta ante el mundo de un modo irónico y nihilista. Nada es lo que parece, ni lo que aparenta, se obsesiona en los limites obsesivos de las diferencias en las que nos encontramos a pesar de nosotros mismos. Nothomb asume su obra literaria como una prolongación de su mente, una puerta abierta hacia esa libertad que proclama por derecho y disfruta por necesidad, ya que como ella misma sostiene “escribir la sofoca”.
Se puede suponer que la literatura moderna carece de identidad, algunos lo han dicho. También que no es más que una mezcla de visiones, temores y tensiones que no tienen una resolución verdadera. Pero en realidad los escritores y poetas contemporáneos reflejan que la época que les ha tocado vivir es frágil y borrosa, y cuentan historias en las que dejan patente que la realidad les sobrepasa, y que su única defensa es esa escritura impaciente que les define. En el caso de Nothomb todo lo anterior se resume en el planteamiento de crear por crear, sin buscar grandeza, sólo la evidencia de la personalidad que se oculta entre los fragmentos de sus vivencias y que se dibuja a lo largo de sus textos formando la geografía de aquello que es o tal vez no.
Amélie Nothomb no concibe la escritura como un tránsito de historias a medio componer, sino como algo más primitivo y primario. Una manera exuberante de narrar el transcurso de la vida, dulce y doloroso: el ritual de la madurez tan necesaria, así como inevitable.