ANNE BRADSTREET: UNA ESCRITORA ENTRE DOS MUNDOS

Por: Tomás Sánchez Rubio

Alan Moore es un célebre y ya legendario escritor y guionista de cómics inglés. Mi interés y admiración hacia este gran creador de historias provienen de mediados de los años 80, cuando en nuestro país comenzaba a ser conocida su obra dentro de determinados círculos de aficionados al género de la novela gráfica “para adultos”. Antes de comenzar su crucial etapa norteamericana, el trabajo de Moore ya aparecería en el mercado del género en nuestro país; concretamente, participó en 1980 en el número 24 de la revista Infinitum 2000, publicada en Barcelona por Producciones Editoriales S. A. En ella se incluyó una reedición de la historia «El cubo de los desperdicios» que nuestro autor ideara, junto con Dave Gibbons como dibujante, para la editorial 2000 AD. Tal efeméride nos la recuerda la interesantísima página en castellano, dedicada a Moore, embryoamoore.blogspot.com

Debemos señalar que la obra de Alan Moore fue especialmente conocida y reconocida a nivel internacional a partir de su trabajo para la revista Warrior en la mencionada etapa norteamericana: Miracleman (1982-1989) y V de Vendetta (1982-1987).

La novela gráfica V de Vendetta, con increíbles ilustraciones de David Lloyd, encierra una angustiosa distopía: la historia de una sociedad totalitaria, alienada, triste y hostil; en ella, el misterioso activista “V”, oculto tras una máscara representando el rostro de Guy Fawkes, ─personaje del que hablaremos más tarde─, empieza una elaborada y violenta acción para derrocar el gobierno tiránico e incitar a la población a luchar por una alternativa político-social distinta. La interesante aunque edulcorada cinta V for Vendetta, fue una versión cinematográfica de la obra, estrenada en 2005 y dirigida por el australiano James McTeigue. Sus protagonistas estaban encarnados por la versátil intérprete Natalie Portman y el notable actor Hugo Weaving ─el agente Smith en la trilogía de Matrix, o Elrond en las trilogías de El Señor de los Anillos y El hobbit─.

Por otro lado, como narrador, Alan Moore ha escrito hasta ahora dos novelas: la primera, La voz del fuego, es un conjunto de historias breves, aparentemente inconexas, que tienen lugar en la localidad inglesa de Northampton a lo largo de varios siglos, desde la edad de Bronce hasta la actualidad. Northampton constituye también uno de los temas principales, si no el principal, de Jerusalem, la ambiciosa segunda novela de Moore, con alrededor de mil doscientas páginas y que ha tardado en escribir más de una década. En la misma se describen lugares propios de la zona, a la vez que se narran hechos históricos ocurridos en la ciudad. Y es que en esa localidad, junto al río Nene, un 18 de noviembre de 1953 vio la luz por vez primera el escritor, quien actualmente continúa viviendo allí. También son naturales de Northampton jóvenes artistas como Alan Walker, DJ y productor musical; Sophie Turner (actriz de Juego de Tronos), o el rapero Tyron Frampton… Asimismo, en Northampton nació, el 20 de marzo de 1612, Anne Dudley Bradstreet, la primera mujer en ser reconocida como una consumada poeta del Nuevo Mundo y la primera escritora “estadounidense” en publicar un libro. Tras una fructífera existencia, como veremos, fallecería el 16 de septiembre de 1672 en North Andover, Massachusetts, muy lejos de su tierra natal. Años antes de su nacimiento, en noviembre de 1605, siendo rey Jacobo I, tuvo lugar el conocido como Gunpowder Plot, complot fallido organizado por un grupo de católicos para hacer volar el Parlamento inglés, matando al monarca, a su familia y a la mayor parte de la aristocracia protestante. Entre los conjurados estaban Robert Catesby o Guy Fawkes, quien combatiera con los Tercios españoles contra los protestantes neerlandeses en la Guerra de los Ochenta Años.

Volviendo a Anne Bradstreet y a su decisiva importancia dentro de la literatura en lengua inglesa y universal, diremos que su primera obra, el libro de poesía The Tenth Muse Lately Sprung Up in America —traducida como La décima musa nacida tardíamente en América tuvo un éxito considerable cuando se publicó por vez primera en Londres en 1650. Ocho años después de su aparición, William London lo incluyó en su Catálogo de los libros más vendidos en Inglaterra. Según parece, el propio Jorge III tenía el volumen en su biblioteca. 
Aunque la escritora, de familia puritana, no asistió a la escuela, llegó a adquirir un notable bagaje cultural gracias a la educación recibida por parte de su padre, Thomas Dudley, gran lector. Por otra parte, siendo este mayordomo del conde de Lincoln de 1619 a 1630, Anne sacó buen provecho de la bien surtida biblioteca de la finca donde vivían. Allí leyó a los clásicos grecolatinos —de Homero a Suetonio—, así como a los británicos Spenser, Milton y Hobbes, o la versión de Ginebra de la Biblia. Su progenitor, que fue quien la educó, la animó también a leer y evidentemente pronto apreció la inteligencia de su hija. Pensemos que, en sus escritos, Bradstreet demuestra un dominio no solo de la fisiología, la anatomía o la astronomía, sino asimismo de la metafísica griega y de los conceptos básicos de la cosmología medieval y renacentista. 

Hacia 1628, Anne Dudley se casó con Simon Bradstreet, quien ayudaba a su padre con la administración de la propiedad del conde de Lincoln en Sempringham, y con él estuvo casada hasta su muerte. Anne emigró al Nuevo Mundo en 1630 con su esposo, hombre de negocios, diplomático y, con el tiempo, magistrado colonial, así como con sus propios padres. Entre 1633 y 1652 nacerían sus ocho hijos.

Si bien a Bradstreet no le agradaría en absoluto cambiar la vida en la casa solariega del conde por las privaciones que implicaba la naturaleza salvaje de Nueva Inglaterra, hubo de unirse”obedientemente” —según las normas morales de la época— a su padre y a su esposo, junto a otras familias puritanas, en el viaje hacia las colonias de la costa este norteamericana. Después de una travesía difícil de tres meses, su barco, el Arbella, atracó en Salem, Massachusetts, el 22 de julio de 1630. Allí empezará para la familia una tortuosa aventura en unas difíciles tierras. De Charlestown pasaron a Newtown, luego a Ipswich, cerca de Boston, y finalmente a Andover en 1645. No obstante, sería como si las complicadas circunstancias vividas hubieran de servir como acicate y estímulo a una mujer que, con una ingente carga familiar, no solo no dejaría de escribir, sino que cada vez cuidaría más el contenido y la expresión de sus trabajos literarios.

El primer poema conocido de Bradstreet, «Sobre un ataque de enfermedad. Anno 1632», escrito en Newtown cuando contaba diecinueve años, describía las preocupaciones tradicionales de los puritanos: la brevedad de la vida, la certeza de la muerte y la esperanza de salvación. No obstante, aun subrayando el imperativo divino de llevar a cabo la voluntad de Dios, en sus versos se constata la ambivalencia entre la carne y el espíritu, tensión vital que se vuelve más fuerte a medida que Anne va madurando como mujer y como poeta que no se conforma sin más con su destino. Por otro lado, quizás el aspecto más importante de la evolución como escritora de Anne Bradstreet es su creciente confianza en la validez de la experiencia personal como fuente y tema de la poesía. Junto al compromiso con el oficio de escribir, gran parte de su trabajo indica que tuvo dificultades para resolver el conflicto entre su vida y sus creencias. Como puritana, lucharía por dominar el apego al mundo, pero como mujer, parece que, a veces, se sentía sencillamente más conectada con sus emociones y las de los suyos que con la idea de Dios y de una moral religiosa estricta.

El cuñado de Anne Bradstreet, John Woodbridge, fue el responsable de la publicación de la primera edición de La décima musa… En el prólogo, tras alabar la piedad, la cortesía y la diligencia de la autora, explica que ella “en ningún momento eludió sus responsabilidades domésticas” para escribir poesía. También como prefacio del volumen aparecen declaraciones de elogio a Bradstreet por parte del escritor Nathaniel Ward, así como del reverendo Benjamin Woodbridge, hermano de John. Para defenderla de los ataques de los “críticos nacionales y extranjeros que podrían escandalizarse” por la “incorrección” de “una poeta”, ambos destacan que, ante todo, se trataba de una mujer virtuosa.

Las modernas biógrafas de Bradstreet, Elizabeth Wade White y Ann Stanford, señalan sencillamente que la poesía de la autora refleja las tensiones de una mujer que deseaba expresar su individualidad en una cultura hostil a la autonomía personal de la mujer y que valoraba la poesía sólo si alababa a Dios.

Sea como sea, pasado el tiempo, Anne Dudley y su poesía siguen entre nosotros; lo cual indica que lo que escribía no solo era de calidad, sino que aún hoy no nos ha dejado de enseñar cosas… no solamente acerca de la literatura, sino también, y sobre todo, acerca de la vida.

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