JOSÉ INIESTA: «EN MÍ LA ESCRITURA HA SIDO CAMINO,REFUGIO, CONCIENCIA Y VERDAD».

Por: Isabel Rezmo

Comenzamos este mes en Proverso, con una entrevista a un poeta (y amigo) muy especial, que ya hacia tiempo que quería conocer. Una persona, humilde, sencilla que disfruta del día a día, y hace que la poesía sea cercana. El poeta es un aprendiz, se nutre de la vida, se nutre de todo lo que nos rodea. Esta conversación que hoy editamos, fluye de un intercambio, de un diálogo fluido, que comenzó a gestarse en mi memoria, desde el verano pasado, en las noches estivales de agosto, alrededor de los versos, de un apacible encuentro de poesía. De una necesidad mia, de descubrir nuevos matices, en este dificil mundo y maravilloso del quehacer poético.

JOSÉ INIESTA (Valencia, 1962) ha publicado diez libros: Del tiempo y sus castigos (Sagunto, 1985), Cinco poemas (Sagunto, 1989), Arder en el cántico (Renacimiento, 2008, Premio de Poesía Ciudad de València Vicente Gaos), Bajo el sol de mis días (Algaida, 2010, Premio de Poesía Ciudad de Badajoz), Y tu vida de golpe (Renacimiento, 2013), Las razones del viento (Renacimiento, 2016), El eje de la luz (Renacimiento, 2017), Llegar a casa (Renacimiento, 2019), La plenitud descalza (Editorial Polibea, 2021), Cantar la vida (Renacimiento, 2021), Premio de la Crítica Literaria Valenciana 2022, la antología De fuegos y jazmines (OléLibros, 2023), y por último Un tigre sin selva (Renacimiento, 2024).

RP: ¿Cuándo empezó tu amor por la poesía?

JI:   Nuestro acercamiento a la poesía es una manera de ver el mundo, sin duda. Creo que todos hemos sido poetas cuando éramos niños, pero más tarde algunos persistimos y queremos expresarlo con música y palabras. Los niños y los poetas, a veces, son poseedores de esa manera distinta de mirar, como si dentro y fuera no existieran, como si todas las fronteras de la vida quedaran arrasadas fuera del tiempo. Esa mirada atenta debe ser alianza con el mundo y expresión de amor, ese es el oficio del poeta. Yo empecé a escribir en mi adolescencia, pero el niño que fui ya lo era, ya apuntaba con su mundo interior al canto, a la celebración de la vida desde el dolor y la alegría. El joven poeta que fui empezó a publicar con poco más de 20 años su primer libro, Del tiempo y sus castigos, 1985. En el fondo, no cambiamos nada, somos el mismo niño y la misma piedra. En mí la escritura ha sido camino, sin duda, siempre me ha acompañado en el viaje, también ha sido refugio en mi vida, y me ha regalado la posibilidad de vivir con conciencia y verdad.

RP. ¿Qué autores te han marcado más?

JI.   No es fácil contestar. Muchas veces lo que nos marcan son poemas, no poetas. Estaría bien que los libros publicados no tuvieran el nombre del autor, que fueran versos lanzados al aire para que los recoja y cante el hombre en su camino, como ocurría con la poesía popular o con la copla flamenca. De ahí parte todo, de esa conexión entre la vida y el ritmo del corazón, la música de nuestros pasos en el bosque. Son muchos los poetas que me acompañan aún y no me abandonan, autores a los que regreso. Nombraré a algunos de ellos, sabiendo que me dejaré a otros que también se lo merecen. El primero, sin duda, San Juan de la Cruz y su palabra iluminada, su alta canción interior siempre. Rilke, Leopardi, Fernando Pessoa. Juan Ramón Jiménez y Antonio Machado. Luis Cernuda y Gabriel Miró, que para mí es un verdadero poeta. Francisco Brines y Eloy Sánchez Rosillo. César Vallejo, siempre, y Baudelaire. Quevedo, siempre conmigo, y el grande de Manrique, y el Cancionero Popular, poesía sin nombres. Y Sor Juana Inés de la Cruz, muy grande, y Santa Teresa. Y la enorme de Rosalía de Castro, por supuesto. Y Walt Whitman. Y también Idea Vilariño y Alejandra Pizarnik. Y mi T. S. Eliot, maestro y compañero, siempre. Y el poeta César Simón, con una voz única. Fermín Herrro y Basilio Sánchez. Antonio Cabrera y Mario Míguez, Vicente Gallego y Antonio Moreno. Hay muchos más, claro.

RP. ¿La lectura es indispensable para el quehacer literario?

JI:   Lo que es indispensable no es la lectura, es la lectura de buenos textos, libros donde se nos da conocimiento y entrega y también el don de la palabra. Es importante elegir bien, transitar por los clásicos nos da la certidumbre de encontrar la luz de las palabras. En poesía, como en el arte, no todo vale. Debemos leer lo que es creación de verdad, lo que nos hace temblar con su música humilde, y en ese camino cada uno de nosotros puede encontrar sus afinidades. La lectura es esencial para escribir, saber escuchar al otro, nuestro hermano, pero en poesía es importante afinar el alma y el oído, educar la sensibilidad, transitar por las zonas de luz y sombra hacia el misterio.

RP. ¿Cómo afrontas el texto poético en tu día a día?

JI:    La escritura conforma mi vida, es parte esencial. Es destino y refugio, como he comentado antes. La creación es esencialmente búsqueda y hallazgo, también asombro, estremecimiento, y conciencia de vida en los acantilados, frente a la lejanía. Cuando escribo lo hago por amor a la vida y a la palabra, por vencer a la soledad y la desmemoria, por caminar mejor en los vastos desiertos y las selvas oscuras.

RP: ¿Un verso que te haya marcado?

JI:   Hay tantos, no sé. A veces los entrevistadores nos hacéis elegir entre lo múltiple algo único, y no es así. Hay tantos versos y tantos poemas que nos conmocionan, tanto poeta que nos alcanza. Pero entraré en el agua, y me mojaré. Te diré el primero que me ha venido a la memoria, bueno te diré más de un verso, me veo incapaz de acortarlo.  No soy nada./ Nunca seré nada./ No puedo querer ser nada./ Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.   Pertenece al poema Tabaquería de Fernado Pessoa (Alvaro de Campos).

RP.  ¿Esta sociedad sigue necesitando al poeta como portavoz de la conciencia, de lo social y humano? ¿Cómo ves al poeta actual?

JI:    Esta sociedad está al borde del colapso, mandan la usura y sus destrucciones, los poderes absolutos, la mentira y las batallas los sucios negocios. Tengo, últimamente, muy poca fe en la humanidad y sus derroteros. Cuando no exista la poesía, cuando se pierda la inocencia del niño poeta y su miranda atenta sobre la naturaleza, será difícil proseguir. No es solo la poesía, el arte verdadero es una manera de rebeldía y de lucha, un desprecio a los poderes y su mediocridad, un insulto al tirano y sus desdenes. Les damos igual, eso está claro, nos ignoran, pero nosotros resistimos y lanzamos nuestra canción al aire, nuestra palabra pura.

RP: ¿Qué te parece los slam de poesía? ¿Crees que benefician, que permiten que haya nuevas voces poéticas?

JI:   Me parece muy bien, son maneras de hacer y ayudan al joven poeta. Yo en mi juventud también recitaba en algunos locales de mi ciudad, y tenía amigos que musicaron algunos versos míos. Crear y compartir lo que escribimos es bueno, sin lugar a dudas. A partir de ahí, después, habrá poetas que despeguen, que se entreguen de por vida a este loco oficio que tanto nos da a algunos.

RP: Tu último libro publicado es  Un tigre sin selva con la Editorial Renacimiento, ¿qué va a encontrar el lector en él? ¿Es diferente a la temática y a la estructura de a otros libros tuyos?

JI:    Es un libro distinto, entre el teatro y la poesía, más social. También un libro fuera del yo donde nos hablan unos cuantos personajes, voces múltiples que acaban siendo una voz única, la voz del mundo maltratado, el grito de la naturaleza. Es, de alguna manera, un largo viaje de la palabra en busca de una oración salvaje y rebelde, una plegaria en el desierto que no va a cambiar el mundo, pero que se da el gozo de proclamar una verdad humilde en defensa de la dignidad humana. Un tigre sin selva representa al animal fiero y desvalido a un tiempo, metáfora del hombre en periodos de guerras y credos y destrucción que nos llevan a lugares sin dioses.

RP:  ¿Proyectos a corto plazo?

JI:     Dentro de poco se editará un nuevo libro mío, tal vez en febrero o marzo. Lleva por título Un montón de piedras, y lo publicará Editorial La Garúa. Se trata de poesía breve, diría yo, poemas con la estructura del haiku pero que no me atrevo a decir que lo sean, porque yo escribo desde mi lugar y mi cultura, desde una mirada occidental y libre que muchas veces no se ajusta al canon.

RP: Muchas gracias por tu tiempo.

JI:  Gracias a vosotros, por la atención y por hacer posible que hable de mi oficio.

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