EL ATELIER
Por: Inma J. Ferrero

Estando en un recital poético hace unos años uno de los poetas con el que estaba hablando me dijo: dentro de la literatura española apenas se hablaba de sexo hasta el siglo XX. Esta comparación la hacía con el resto de las literaturas europeas. En ese momento permanecí callada porque mi interlocutor, además de poeta, era profesor universitario de literatura, un gran crítico y ensayista.
Durante mi camino a casa, esa idea me rondaba la cabeza una y otra vez y al llegar y abrir la puerta, fui directa a mi habitación a empezar mi búsqueda en internet y demás libros de texto que tenía por casa. En los siguientes días y semanas y tras búsquedas y más búsquedas. Me dije que su afirmación era resultado de un tópico propiciado por dos hechos, muy relevantes en nuestra cultura: en primer lugar, la represión, por parte de la Iglesia (Ej. Santa Inquisición), de todas aquellas manifestaciones artísticas y literarias que se apartaran de la ortodoxia católica y su severo correlato moral, cuya prohibición hizo que no hubiese obras porno-eróticas españolas en las bibliotecas europeas, y en segundo lugar el peso de la tradición filológica decimonónica encabezada por Marcelino Menéndez Pelayo, fiel defensor de la ortodoxia, que censuraba todo aquello que discrepase con el canon nacional-católico establecido en España.
Eso llevó al bueno de don Marcelino, y a la profusa estirpe de filólogos más o menos franquistas que siguieron su preclaro ejemplo, a desechar obras tan significativas como la ‘Carajicomedia’ o las lecturas disolventes del ‘Libro de buen amor’, ‘La Celestina’ o ‘La lozana andaluza’.

Para Menéndez Pelayo [1], la obra ‘La lozana andaluza’ publicada en Italia en 1524, se incluyó pronto en el Index Librorum Prohibitorum [2] y no volvió a saberse nada de ella (salvo clandestinamente) hasta 1845, cuando la redescubrió, Ferdinand Wolf [3]. El libro, en efecto era «un desfile de escenas pornográficas»; las acciones de la protagonista, «estaban totalmente fuera de la decencia»; la lengua en la que estaba escrita, «llena de barbarismos y faltas de sintaxis», en fin, un libro totalmente «inmundo y horrendo» para la moral de aquellos tiempos. Por lo que Menéndez Pelayo intentó salvar el honor patrio culpar de tal atrocidad a Italia: ‘La lozana andaluza’ era pues una obra escrita por un escritor español, Francisco Delicado [4], influenciado por la literatura italiana y, por lo tanto, las costumbres que se describen en la obra eran italianas y en ningún caso españolas.
Pero que no circulasen en España, ni en Europa, obras eróticas no quiere decir que no existieran. Ya que, desde las primeras expresiones de la literatura española, escritas en lengua aljamiada [5], por ejemplo, las jarchas, que son un prodigio de delicadeza y sensualidad, pero también de avidez copulatoria, muestran que el erotismo ha tenido una poderosa presencia dentro de la literatura española.
Durante la Edad Media, el Renacimiento y los Siglos de Oro, el erotismo más franco se refugió dentro del anonimato, y esto fue a través de las canciones populares, que inspiraron por ejemplo las serranillas del Marqués de Santillana [6] que desembocaron en la poesía de cancionero, o de autores cultos, que igual practicaban la obscenidad paródica y satírica, componían coplas, sonetos, letrillas o villancicos celebratorios del amor y sus afanes, muchos recogidos en el ‘Cancionero de obras de burlas provocantes a risa’, publicado en Valencia en 1519. Y no me puedo olvidar de ‘La Celestina’, con uno de los principios más memorables de la literatura erótica universal, cuando Calisto entra en la huerta de Melibea, y al verla exclama: «En esto veo, Melibea, la grandeza de Dios. (…) En dar poder a natura que de tan perfecta hermosura te dotase».

Y para no extenderme demasiado, doy un salto hasta el siglo XVIII, siendo este uno de los más pródigos en literatura erótica. Fue en este siglo cuando los escritores cantaban, de cara a la galería, las excelencias de la razón, pero, por lo detrás, nos sorprendían con obras tan elocuentes como ‘Arte de las putas’, de Nicolás Fernández de Moratín, o ‘El jardín de Venus’, de Samaniego. Y si Moratín es un expresionista dentro de este tipo de literatura, Samaniego es un precursor del surrealismo en alguno de sus disparatados romances. Pero no solo ellos practicaron el noble arte de la lujuria escrita: también lo hicieron Tomás de Iriarte y José Iglesias de la Casa. Y ya en el siglo XIX, Espronceda, exquisito romántico, fue uno de los literatos que se dedicaron a tal arte.
En el XX, la literatura se esponja y las costumbres se liberalizan, y el sexo inunda la literatura de España. Conviven entonces los poemas homoeróticos de García Lorca, los Senos de Gómez de la Serna [7] y divertidísimas obras como ‘La insólita y gloriosa hazaña del cipote de Archidona’, de Camilo José Cela [8]. España se equipará entonces a cualesquiera otras letras. Pero lo hace públicamente, porque privadamente, clandestinamente, anónimamente, ya era equiparable a las demás. El sexo ha recorrido siempre nuestra literatura.
[1] Marcelino Menéndez Pelayo: fue un escritor español. Ejerció como filólogo, crítico literario, historiador de las ideas y político.
[2] Index librorum prohibitorum: fue una lista de aquellas publicaciones que la Iglesia católica catalogó como heréticas, inmorales o perniciosas para la fe y que los católicos no estaban autorizados a leer. Además, establecía las normas de la Iglesia respecto a la censura de los libros.
[3] Ferdinand Joseph Wolf: romanista, hispanista y lusitanista austriaco.
[4] Francisco Delgado: fue un clérigo, médico, editor y escritor español de la época del Renacimiento.
[5] Aljamía o alyamía: es la escritura con caracteres árabes de una lengua no árabe; en español este nombre se aplica casi siempre a los documentos romances escritos con alfabeto árabe.
[6] Marqués de Santillana (Íñigo López de Mendoza): noble culto y poderoso, se distinguió tanto por cultivar las letras – fue un destacado poeta e historiador de la literatura que reunió una excepcional biblioteca- como por una activa labor de promoción artística.
[7] Ramón Gómez de la Serna Puig: fue un prolífico escritor y periodista vanguardista español, generalmente adscrito a la generación de 1914 o novecentismo, e impulsor del género literario conocido como greguería.
[8] Camilo José Cela y Trulock: fue un escritor español. Representante de la literatura de posguerra, ejerció como novelista, periodista, ensayista, editor de revistas literarias y conferenciante.