Por: Cecilia Ortíz
“estoy alegre- apenas-/ jugando a muerte con mi futura identidad” escribió Biagioni en su último libro, Región de fugas, de 1995.

Nació en Gálvez, Santa Fe en 1916 y partió hacia el mundo de la palabra eterna, en el 2000 desde Buenos Aires. Su obra comprende seis libros de poesía: Sonata de soledad, 1954; La llave, 1957; El humo, 1967; Las cacerías, 1976; Estaciones de Van Gogh, 1984 y Región de fugas, 1995.
Entre el primer libro y el último transcurren 40 años,. Hay dos grandes momentos en su producción, sus tres primeros libros y los tres siguientes. Entre los dos momentos hay una marcada transfiguración estética y relaciones atrayentes entre escritura y subjetividad.
Biagioni inicia tardíamente su producción poética, luego de los treinta años, esta elección corre en paralelo a una obra no especialmente prolífica, centrada en cincelar la palabra, ajustarla como un guante a sus textos.
Recorre un exilio, exterior e interior. Recibe la Faja de Honor de la SADE, luego de la publicación de Sonata de soledad (1954), lo que le otorga un lugar dentro del mundo literario porteño.
Sin embargo, por su enfrentamiento con el peronismo, pierde sus cátedras en la Universidad y se traslada a Buenos aires, animada por el apoyo de Jorge Luis Borges y Mujica Láinez, ente otros escritores amigos. Allí verán la luz sus siguientes publicaciones.
La referencia anterior al exilio en la poética de Biagioni, ligada de alguna manera a la de Pizarnik- con la que mantiene correspondencia- se manifiesta en el fondo aunque no en la forma en la primera etapa de su obra.. Esta de filiación neorromántica e identificada con los poetas de la generación del 40 incluye, aparte de los dos primeros libros citados, los poemas no publicados y reunidos en la edición de Adriana Hidalgo (Poesía completa, Adriana Hidalgo Editora, Buenos aires, 2009) y publicados inicialmente bajo el seudónimo de Ana María del Pinar.
La afinidad con Pizarnik de base epistolar y personal entre ambas poetas se puede rastrear en el ahondamiento de la angustia de un Yo lírico que se contempla a distancia desde el testimonio de la escritura.
En forma significativa, tal como reconoce en una carta Tomás Eloy Martínez, la persistencia de Biagioni en sostener la versificación clásica y las estructuras rimadas, frente a las críticas por su (supuesta) “falta de audacia”, la mantiene alejada de las “contaminaciones de falsos ismos”.
La segunda etapa de la poética de Amelia Biagioni va a ir abandonando las certezas que encierra esta serie de poemas, que se cierra con La llave (1954); es decir, la certidumbre de una vía única para una creencia ortodoxa en lo divino, junto a una geografía lírica afincada en el detalle moroso de paisajes y lugares, o en los topoi de la retórica del amor perdido en los recodos del laberinto del tiempo.
El Yo remeda las imágenes multiplicadas de un Yo aterido, reflejada en un espejo quebrado. Y la metamorfosis comienza a intuirse, oscuramente, como un camino del ser para refutar a la muerte del cuerpo. Así se lee en este fragmento de La escuchante
Mi oído te comulga día y noche,
como nadie,
más que ese hombre innumerable,
creciente,
que en los lugares
donde el sol lo engendra,
para oírse te escucha
y seguirá escuchándote
hasta que yo haya sido setenta veces
hierba.
En muchos de estos poemas, la anáfora toma el lugar de la metáfora, y se suceden aliteraciones en verso corto, en ocasiones para cerrar algunos poemas. Biagioni recurre asimismo a elisiones, puntuaciones y rupturas de la concordancia, que recuerdan a Alejandra Pizarnik, sin dejar de ser por ello su tono personalísimo e inconfundible.
Acerca del poemario Las cacerías
Gestalt
De mi boca brota el bramido de los soles.
Orión recién despedazado
sopla el cuerno de caza
halalí
que reverbera en astronaves y galaxias,
en flecha en selva y en turbina
con ansia blanca y negra
las estirpes
del polvo al ángel
devorándose comulgándose
persiguen la persecución
halcón azor amor neblí radar
para alcanzarme límpidos a Mí
que soy el Cazador
De mi boca brota el bramido de los soles, es el primer verso del poema, hay una relación particular entre el sonido y la luz (ruido y color). El verso trabaja de una manera especial el sonido boca-brota- bramido, paranomasia o aliteración que abre al límite de las palabras el significado y significante y consolida una imagen poética.
Cristina Piña, apropósito de este poema dice:
“Gestalt es, sin duda el más importante, pues plantea, simultáneamente y en 14 versos la concepción del universo como una cacería que compromete todas la instancias del ser, la concreta dimensión astronómica del universo y tanto el sentido final como la naturaleza de esa mecánica de decoración. Tal magnitud semántica, además, está reforzada por la persona poética que pronuncia el poema y que se revela como Dios- el Cazador- en la última línea.”
El primer verso parece advertirnos la operación que tendrá lugar en el poema.
De mi boca anuncia la presencia del yo poético, pero esa presencia parece evaporarse al llegar al segundo
Orión recién despedazado, es la imagen que da comienzo a la cacería
sopla el cuerno de caza… es un llamado, la señal , un inicio que convoca a las estirpes y también a las palabras a devorarse. Intertextualidad con la figura del arcángel Gabriel, convocando al encuentro con el Señor, en el viaje final.
La cacería del Yo
Gestalt introduce la primera parte del libro: el sujeto aún no puede ser establecido, antecede a la aparición de La Hormiga, El tigre y la Rana.
Descoloca al lector, lo obliga a transitar por un texto que desconoce el modelo o camino recorrido por el sujeto poético y entremezcla voces.
La escritura opera aquí como marco de reflexión histórica y antropológico-cultural, constituye un acontecimiento complejo.
La Rana escribe y en su escritura acusa en un solo verso:
Mala prensa. Imposturas. Delirio
La Rana escribe otra vez y se dirige a los lectores, dice quién es y cómo nace
de un huevo sin padre ni madre
me empiezo pez como cero de arroz
y publico que el barro es bueno
para el momento de soñar
to be
o de esperar la Creación
or not to be
La definición de Pascal “El hombre es una caña, pero una caña que piensa” La Rana la desmiente.
Sigue un ritmo diferente, desconcertante.
pronostico en la copa de Noé
hu-me-dad en au-men-to
po-si-bles cha- pa-rro-nes
un juego de especialización en el juego de separar sílabas. Y la Rana continúa
y le tramito un puerto
sobre los montes de Ararat
El orden ha de acontecer; se altera y asume la función del dios desconocido que inspira a los poetas
Cuando me lame con sus ojos y cabellera
me despilfarro
me ubico
profetizo y traduzco los humanos poemas
todavía no escritos.
El uso del lenguaje poético anuncia su poder de transformarse. Así se suceden versos y títulos como “Serpiente emplumada”, “Pájaro de fuego en busca de Stravinsky o Shakespeare”; “preferí quedarme germen/ donde los Monstruos y otros pueden ser”;“la verdad original/ aprendida en el barro”
Tigre
En la curva del salto
rujo.
Vil cazador
Aún no ha nacido el rey
que ha de contar mis manchas.
Yo estoy
dentro del bosque
dentro del tiempo.
Y él
afuera
temiéndome
sentado sobre mi piel.
En la última estrofa comprendemos el carácter genérico de la voz. Estamos en el universo de la cacería, una región sin límites, un yo genérico que es la voz de muchos.
Las cacerías tiene cinco poemas destacados: Gestalt, Cazador en trance, Bosque, El todo y Mensajero del lunauta. Estos poemas se vinculan con los que los precedes y con los posteriores; son como un pequeño centro magnético que tiende líneas y que se fugan más allá de su propio eje. La recurrencia del gran motivo de este libro: la cacería, la persecución de la presa, con un ritmo que se acelera hasta el vértigo.
Cazadores, presas, bosques, persecución y muerte configuran espacio, tiempo, ritmo, voz, sin límites o regenerados en nuevos límites.
Todo es evocado en el poema El todo
Selección El todo-
Últimas estrofas
Tras al segunda- transparente-
la amiga acangélica lee
la gaceta futura
protegida de mi clamor
por una cofia de pasado.
Tercera. Un ojo
con telaraña me disuade.
Cuarta. abierta. El amigo cónsul
se excusa desolado entre coronas:
Ya lo ves
he muerto
Aviso
A mediodía
mi mano se enciende y escribe:
Debes huir
te buscan
te están juzgando de perfil.
No siento culpa.
Te cazarán porque no sientes culpa.
Los poemas que conforman el libro La cacería (dentro del poemario Las cacerías) tienen en común lo inconcluso, siempre vertiginoso, circulación y fuga que da lugar a otra cacería y a los infinitos modos de nombrarla.
Amelia Biagioni, al igual que su poesía, ha sido tal vez como lo dice ella misma:
“Solo sé que estoy viva/ y la vida no quema”
Biagioni como testigo de la condición humana
Decir
Cuando recibo una palabra inesperada
la retengo y vigilo sus diferentes porvenires
hasta que alguno e ellos
de pronto se recuerda se incorpora
y no hay palabra ya
sino un gran viento que me empuña.
León
No importa si la pálida mujer
que en su torre escribe
amontona palabras tibias.
Cuando duerme
de un rojo salto
la arrebato y enciendo
la llevo a su selva
le infundo mi dinastía
y la obligo a reinar,
a avanzar segura y espléndida
a apresar bravamente
las palabras amantes o guerreras
y a desdeñar las otras.
Calle
Señor del fiat
sálveme
soy culpable pero inocente.
Me persiguen fusiles
porque amé demasiado por un lado
y nada por el otro.
Lléveme a una embajada
por el mayor favor.
¿De qué color?
Una embajada blanca.
¿No le gusta una negra?