ROSETTA THARPE: LOS ORÍGENES

Por: Tomás Sánchez Rubio

Fue 1973 un año muy especial, tanto en Europa como en Norteamérica, desde el punto de vista de la producción cinematográfica. En diciembre se despedía en Estados Unidos la temporada con los estrenos de dos películas muy distintas entre sí: El golpe, de George Roy Hill, y El exorcista, de William Friedkin. A pesar del fuerte impacto de la segunda ─que no llegaría a España hasta septiembre de 1975─, con diez merecidas nominaciones, así como con secuelas e imitaciones por doquier, sería la primera quien se alzaría con el óscar a la mejor cinta del año. Con anterioridad, había llegado a las salas un repertorio, a mi modo de ver, más que notable de estrenos: Serpico, de Sidney Lumet, American Graffitti, de George Lucas, o bien el inmortal western Pat Garrett y Willy the Kid, de Sam Peckimpah. No me resisto, por otro lado, a nombrar otras películas legendarias de ese año como Papillon o The Day of the Chacal, dirigidas respectivamente por Franklin Shaffner y Fred Zinnemann.

Animo a las lectoras y los lectores a que indaguen otras películas con factura USA del 73. Sin duda, les sonará más de una.

Mientras tanto, en Europa se estrenarían La noche americana, de François Truffaut, La gran comilona, de Marco Ferreri, o la inconmensurable Amarcord, de Federico Fellini. En España, El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, ambientada en la Castilla de la posguerra, se haría merecedora, entre otros galardones dentro y fuera de España, del Premio del Festival de Cine de San Sebastián.

Dentro del ámbito músical, 1973 es asimismo el año en el que, al otro lado del Atlántico, nacen los grupos AC/DC o Kiss y se separan, a la muerte de Jim Morrison, los componentes de The Doors, banda formada en California durante el verano de 1965. En España aparecerían Los Chichos al son de “Quiero ser libre”, y triunfaba el gran Camilo Sesto con su álbum Algo más. Como hecho especialmente conmovedor en el panorama artístico debemos señalar que el 16 de abril, a los veintinueve años de edad, se apagaría en accidente de tráfico una de las voces más prodigiosas de la década, la del cantante de Ayelo Nino Bravo, artista nunca lo suficientemente recordado.

En octubre de aquel año, en Filadelfia, la ciudad más grande del estado americano de Pensilvania, a orillas del río Delaware, moría la intérprete Rosetta Tharpe. Quizás en aquel momento no se trataba de una cantante demasiado conocida en España, pero ya se había convertido en una figura clave para la historia de la música no solamente en su país, donde gozaba de gran popularidad, sino también a nivel mundial.

Nacida como Rosetta Nubin el 20 de marzo de 1915, en Cotton Plant, un enclave rural en medio del vacío situado en Arkansas, se la conoció artísticamente por Rosetta Tharpe o Sister Rosetta Tharpe. Destacada cantante de música góspel, se la considera como auténtica precursora, nada más y nada menos, que del rock and roll, influyendo en gran manera en estrellas como Little Richard, Johnny Cash, Chuck Berry, Elvis Presley o Jerry Lee Lewis.

Con una voz y un oído prodigiosos, se la reconoce además como la mejor guitarrista femenina de todos los tiempos. Su fama fue sobresaliente en Estados Unidos a partir de la década de los 30 por su personalidad y originalidad. En los 40 ya grababa acompañando sus temas con la guitarra eléctrica.

Hija de Willis Atkins, bracero sin tierra propia que alimentaba a su prole recogiendo algodón, Rosetta había empezado a tocar y cantar a la edad de cuatro años, cuando se la anunciaba como “La pequeña Rosetta Nubin, el milagro de la guitarra y el canto”. Acompañaba entonces a su madre al culto evangelista de The Church of God in Christ. La progenitora, Katie Bell Nubin, tañía la mandolina y predicaba en templos del Sur. Tras entrar en contacto en su tierra de manera temprana con el blues y el jazz, y después de que su familia se mudara a Chicago en los años veinte, empezaría a interpretar aquellos géneros en privado, en tanto que seguiría haciendo góspel en eventos públicos. Su estilo único reflejaba estas influencias laicas: tocaba las notas como los músicos de jazz y utilizaba la guitarra a la manera de Memphis Minnie, la más célebre mujer intérprete de blues de la época.

Mujer libre y sin prejuicios, tanto en el plano personal como artístico, Rosetta popularizó la música sagrada llevando su personal espiritualidad dotada de nuevos ritmos al ámbito de los clubes nocturnos y salas de conciertos, donde la acompañaban grandes bandas. Su inconfundible estilo dejó una marca indeleble en los artistas góspel más convencionales como Ira B. Tucker, cantante hasta su muerte del grupo The Dixie Hummingbirds. Como suele ocurrir, Tharpe “ofendería” a muchos fieles con sus incursiones en nuevos ritmos y su actitud “delirante” en el escenario, a pesar de no abandonar jamás del todo las formas más puras de la música evangélica góspel.

El año 1944 estaría marcado por “Strange things are happening every day”, un espiritual afroamericano tradicional que fue lanzado como single por Decca Records y que contó con Sammy Price al piano, bajo y batería, convirtiéndose en el primer gran éxito de la prolífica carrera Tharpe, dejando de manifiesto un estilo que derivaría en el rhythm & blues y más allá. Su “blues urbano” enriquecido con arreglos folclóricos tradicionales, incorporó en suma un palpitante swing considerado con toda justicia precursor del rock and roll.

En 1970, durante una gira por Europa junto al veterano músico Muddy Waters, considerado el padre del Chicago blues, Tharpe sufrió un ataque cardiaco; una vez recuperada, volvió a los Estados Unidos, donde, debido a un agravamiento de la diabetes que padecía tras la profunda depresión que sufrió tras la muerte de su madre, se le amputó una pierna. Aunque siguiera actuando de manera eventual, moriría en 1973 al no haber podido superar un segundo infarto en plena sesión de grabación. Tenía cincuenta y ocho años.  Fue enterrada en el Northwood Cemetery de Filadelfia -donde vivía desde 1957-, curiosamente lugar de último descanso para diversos famosos jugadores de béisbol de la Major League americana, como Duke Esper o George Hasselbacher. Su tumba no tenía nombre. Tras la emisión en 2011 de un documental dirigido por el cineasta británico Mick Csáky titulado The Godmother of Rock & Roll: Sister Rosetta Tharpe, se llevó a cabouna cuestación pública para colocar un pequeño túmulo funerario en el lugar donde yacían sus restos. Como nos recuerda el periodista José Ángel González, las palabras que inscribieron en la lápida, aunque tardías, fueron del todo acertadas: «Podía cantar hasta hacerte llorar y luego cantar hasta que bailaras de alegría. Ayudó a mantener viva la Iglesia e hizo disfrutar a los santos».

En 2018, el cantautor británico Frank Turner le dedicó la canción «Sister Rosetta». El sencillo saldría a la luz en julio de 2019.

En relación a la figura de Rosetta Tharpe en el mundo del celuloide, recordemos que el pasado 24 de junio de 2022 se estrenó en nuestro país Elvis, biopic sobre el icónico cantante sureño. La película, dirigida por el australiano Baz Luhrman (Moulin Rouge, El gran Gatsby…) y protagonizada por Austin Butler y Tom Hanks, cuenta con la modelo, cantante y compositora británica Yolanda Quartey -conocida artísticamente como Yola– en el papel de Tharpe.

Quizá un resumen global de lo que significó la figura de Rosetta en la música y en la sociedad estadounidense se encuentre en lo que se afirmó en un espacio dedicado a ella y emitido por National Public Radio en 2017: «el rock ‘n’ roll se crio entre la iglesia y los clubes nocturnos en el alma de una mujer negra queer en la década de 1940 llamada Sister Rosetta Tharpe».

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