Por: Tomás Sánchez Rubio
Nuestro gran tormento en la vida proviene de que estamos solos, y
todos nuestros actos y esfuerzos tienden a huir de esa soledad.
Guy de Maupassant
Eres cómplice de lo que te sucede: la desgracia entra por la puerta que le has abierto.
AlejandroJodorowsky

*Sobre la escritora:
Victoria Zambrana Hervás nace el 1 de abril de 1968 en Sevilla, ciudad donde reside en la actualidad. Es Licenciada en Derechopor la Universidad de Sevilla. Ha trabajado más de treinta años en el área de contratación de diversos organismos públicos. En 2020 ganó el concurso de novela breve organizado por la editorial Donbuk, con un libro de relatos, Incertidumbres, que sería publicado ese mismo año. Su primera novela, La orilla de la memoria, del sello Aliar Ediciones, vio la luz en 2023. Justamente un año después, a finales de 2024, ha aparecido la segunda, El color de las sombras, en la editorial Platero.
Lectora voraz de todo género desde la infancia, sobre todo de novela histórica y novela negra, fue el conocimiento de las obras de Bécquer y Machado el que la dirigió, en el bachillerato, hacia el estudio de las letras. Más tarde, comenzó a escribir relatos a partir de su participación en diversos talleres literarios. Hoy, tras sus anteriores éxitos editoriales, con un gran bagaje literario y dotada de una psicología y poder de observación más que notables, Victoria Zambrana se supera a sí misma en esta nueva obra de suspense, dinámica, amena y muy humana.
https://www.facebook.com/victoria.zambranahervas
https://www.instagram.com/azuldelibros.vzh
*Sinopsis:
Adriana Guzmán es una profesional con una dilatada trayectoria dentro del mundo de la publicidad. A sus sesenta años, una serie de circunstancias la conducen de nuevo de Madrid a la casa materna, en su Málaga natal. Centrada en su trabajo, es reacia a entablar una relación amorosa estable, pero allí vivirá una intensa pasión tardía que la acabará implicando en un homicidio.
En el desarrollo de la trama, la autora nos hará bucear dentro de las relaciones sociales y familiares de Adriana, así como en el comportamiento y actitud individual de cada personaje, ya sea principal o secundario.
La obra, aunque con un argumento independiente, puede considerarse un spin off o derivación de la anterior novela de la escritora, La orilla de la memoria. Nuestra protagonista ya aparecía en ella, si bien desempeñando un papel secundario, pero con un peso específico como personaje que merecía el natural desarrollo que se produce ahora. El color de las sombras es todo un thriller psicológico de intriga, con giros inesperados y un suspense perfectamente medido, que nos conduce a un final sorprendente…

*Comentario:
El acreditado escritor y corrector Víctor J. Sanz nos ofrece los que para él son los ingredientes básicos que debe tener una buena novela. En su lúcido análisis, encontramos, en resumen, una serie de puntos con los que el resultado de la misma, sin duda, siempre es −y concuerdo, como ávido lector de narrativa− satisfactorio. Ante todo, este autor nos dice que tienen que aparecer uno o varios personajes peculiares, que aun no siéndolo de fondo, sí al menos lo sean como resultado de enfrentarse con acontecimientos excepcionales en su vida. También deben darse uno o varios conflictos que desarrollar. El éxito de la receta se podrá medir por el poso que el conflicto haya dejado en el lector. Asimismo, toda historia ha de estar enmarcada en un escenarioespacial, geográfico e incluso temporal, un telón de fondo apropiado donde el escritor sea capaz de mostrar su capacidad descriptiva. En cuanto al “emulsionante” de esta receta, Sanz comenta queel arte con que el cocinero mezcle, dosifique los ingredientes y marque los tempos será esencial de cara al resultado final. Para terminar, nos dice que es fundamental el concepto del ritmo: no existirán momentos pico sin los momentos valle. Ambos son necesarios y complementarios. El acierto está en saber secuenciarlos adecuadamente para atrapar el lector en el mundo de la historia narrada.
Efectivamente, podríamos añadir o matizar lo dicho más arriba; de hecho, no dejan de aparecer publicaciones, e incluso manuales enteros, tratando el tema. Sin embargo, lo cierto es que no hay pociones mágicas que, ante una arquitectura perfecta, aseguren la emoción de la persona receptora. No obstante, particularmente considero que un relato que respete estos puntos, está en camino de satisfacer las expectativas de quien lo lea.
Pienso que tales ingredientes se encuentran perfectamente representados en la novela que nos ocupa.
En cuanto a los personajes, diremos que su complejidad parte precisamente de su carácter cotidiano y real. Hace tiempo que la literatura moderna se alejó de la dicotomía “buenos” y “malos”, sencillamente porque la vida nos enseña que las personas estamos hechas de matices y somos una suma de vivencias y de circunstancias, si bien existen trastornos y tendencias de personalidad que pueden inclinarnos a realizar también actos ilícitos, aunque sean involuntarios. Los personajes de Victoria Zambrana nos van a resultar familiares, no tanto por encarnar tipos o tópicos, sino porque son verosímiles, especialmente creíbles, con nombre y apellido; todos hemos conocido a personas así: en el instituto, en la escuela, en el trabajo, en la familia; o bien podemos identificarlos con nosotros mismos… La complejidad de cada uno de ellos es la de cada uno de nosotros, así como de las circunstancias a las que debemos enfrentarnos en la vida.
Con pocas pinceladas quedan perfectamente retratados, una fotografía que se completa con sus reflexiones en primera persona. Los detalles acerca de sus vidas aparecen descritos hasta el mínimo matiz, incluso en los considerados actores secundarios. Debemos señalar que la autora con frecuencia se detiene en ellos, haciéndoles hablar ante nosotros de su vida pasada, de sus traumas de la infancia, del dolor por sus recuerdos, de sus temores y sus secretos. Sin embargo, la narradora no los juzga, los mima; podemos decir que ama a sus criaturas por cuanto son objeto todos de una dedicación especial, personalizada. Ellos se muestran como son ante nuestros ojos, con sus evocaciones, sus miserias, sus sospechas o sus verdaderas intenciones. El narrador omnisciente da paso a las elucubraciones en primera persona de los protagonistas, nos entreabre la puerta a sus mentes y corazones. Más personas que personajes, se trata de mujeres y hombres heridos por una niñez donde las relaciones familiares han sido difíciles, por no decir tormentosas, marcando de manera indeleble su vida futura.
Debemos señalar que los personajes femeninos son objeto de un especial cuidado y atención; también porque sencillamente son los que más han padecido el rechazo o la discriminación en sus existencias. Al fin y al cabo, mal que nos pese, no deja de ser esa una realidad en nuestra sociedad. Los conflictos familiares, los hábitos heredados, la incomprensión o los prejuicios cargan mayor peso en la mujer, aunque se trate de profesionales responsables en su campo, como puede ser la inspectora de policía Eva Núñez o la propia Adriana, ambas con unas relaciones maternales complicadas. Especialmente escrupulosa es la descripción de aquellos temperamentos inestables emocionalmente, neurotizados, o bien con rasgos psicopáticos. Los traumas de la niñez se reflejan en la existencia cotidiana y la manera de enfrentar los conflictos sentimentales.
Aunque se hubiesen descuidado otros componentes en su elaboración, sencillamente por el tratamiento de sus individuos, podemos considerar el libro como una novela cautivadora. No son héroes ni heroínas, pero hay algo trágico y épico en ellos. Con frecuencia son personas que, en su desamparo, luchan por unos sueños, a pesar de un pasado que los atenazan, en un entorno hostil y mezquino.
En cuanto al tiempo y al espacio, diremos que el grueso de los acontecimientos de la novela tiene lugar durante los meses de otoño de 2023, un eterno otoño donde los acontecimientos se precipitan para la protagonista. Es curioso que precisamente los principales personajes de la novela, con un tinte metafórico, se encuentren también en el otoño de sus vidas, que, sin embargo, han rehecho, o al menos luchan por ello. Entre otras cosas, es una historia que habla de segundas oportunidades, de esperanzas.
A pesar de situarse la acción en el presente, las miradas al pasado son continuas, recreándose momentos y situaciones de la niñez, como aquellas tardes de hastío del domingo, con su carrusel deportivo incluido, que rememora la protagonista, y que tantos de nosotros recordamos.
En cuanto al espacio donde transcurre la acción, esta se desarrolla entre Málaga y Sevilla −excepto alguna escapada a Conil, o la estancia en la cárcel de Alhaurín de la Torre−, dos ciudades que la autora conoce a la perfección. Recorremos sus calles de mano de unos personajes que las han vivido realmente. En Málaga se ha desenvuelto la infancia de la protagonista, y a ella ha regresado en su madurez. La acompañamos a las calles Eslava o Atarazanas, o bien paseamos con ella por La Malagueta. En Sevilla, Adriana disfruta de su estancia en un coqueto hotel de Puerta Jerez y va a trabajar a Isla de la Cartuja, a la sede hispalense de la agencia Ágora. Sus amigos Mar y Julio, que tan importantes habrán de ser para ella, viven en la Plaza de la Magdalena. La calle Betis, sobre el Guadalquivir, sigue siendo una referencia esencial de Mar Carrión; allí están su hogar de siempre, su vecina Rosa y la memoria omnipresente de su hermana Estrella, ejemplificando las palabras de Agustín de Hipona de que aquellos que nos han dejado no están ausentes, sino que sencillamente nos son invisibles. Igualmente se mencionan el Hospital Virgen del Rocío o la céntrica calle Zaragoza.
La recreación de determinados ambientes y situaciones, familiares, por otra parte, para muchos de nosotros, son sencillamente excelentes. Por un lado, la atmósfera deprimente de aquella embarazosa fiesta en honor de la protagonista, como despedida tras demasiados años de dedicación a la empresa. Toda una vida recompensada con un ridículo regalo de un inepto jefe. Otro evento social −forzado o forzoso− es el reencuentro en Sevilla de Adriana con los compañeros y compañeras de su promoción universitaria.
Respecto a los recursos literarios y el estilo, nos llama la atención al comienzo del libro una impactante escena, que adelanta un acontecimiento futuro aún no relatado, de un efecto dramático decisivo. Por otra parte, los pertinentes comentarios al final de muchos de los treinta y cuatro capítulos contribuyen a amplificar el suspense y la intriga y animan a continuar leyendo.
Son dignas de reseñarse las citas y referencia literarias, que particularmente valoro, y que son utilizadas de manera oportuna −pero nada oportunista− en determinados momentos de la acción, ayudando a entender y sobre todo haciendo trascender los actos de los personajes, así como las circunstancias que están viviendo. Se menciona, entre otras personalidades −no solamente literarias−, a Albert Camus, Oscar Wilde. Madeleine Albright, Rafael de León. C.S. Lewis. Antonio Gala, Silvio Rodríguez. Francisco de Quevedo, Pablo Neruda, Jodorowsky o Bioy Casares.
Contribuyendo al atractivo de la trama y a la solidez narrativa, la autora hace gala de un lenguaje descriptivo y cuidado. Refleja los distintos registros de sus personajes, con naturalidad y frescura a veces; otras, haciendo uso del lenguaje técnico de la medicina forense, del mundo de la publicidad, o bien del ámbito específico de la justicia. Ello ahonda en la carga detectivesca, policíaca, “negra” en suma, de la interesante trama. No faltan incluso elementos de la alta comedia de enredo, con episodios de equívocos, protagonizados por los celos, y que consiguen aliviar la tensión dramática. En este apartado, por último, no podemos dejar de reseñar la notable carga lírica, sentimental, en determinados momentos, de introspección de los personajes.
Los temas tratados en la novela, que, como hemos señalado, gira en torno a un presunto homicidio, son diversos, contribuyendo a la riqueza literaria de la obra. Junto a las sombras de un pasado, normalmente conflictivo o desdichado, que acaba alcanzando a los actores de la obra, condicionando, en cierto modo, sus actos y su visión de la realidad, señalaría la importancia de lo que llamaría “relaciones sentimentales asimétricas”. Ello conduce a una serie de situaciones de “soledad compartida”, como la vivida por Sol y Beltrán, donde los intereses de los personajes son distintos, o bien claramente opuestos, continuando con la convivencia en pareja a pesar de todo. Tales situaciones llevan como consecuencia la infidelidad, la sospechas fundadas o infundadas y los celos. Y ello hasta límites realmente dramáticos. Pienso que relacionar este aspecto con el tema de la maternidad no es desacertado, teniendo bastante protagonismo en la vida privada de los personajes la frustración de su imposibilidad dentro de determinadas parejas.
Otro aspecto es el de la responsabilidad de nuestros actos en aquello que nos acontece, en lo que nos obstinamos en llamar la fatalidad o el destino; como si fuéramos simples marionetas de la casualidad o de designios de fuerzas superiores. Quizá, como señala la autora en la cita de Jodorowsky, y que he recogido al principio de este artículo, somos nosotros mismos −siempre− quienes le abrimos la puerta a nuestras desdichas.
El chantaje emocional o material, las consecuencias de actos mezquinos o egoístas, el perdón, incluso la eutanasia, o la memoria del maltrato completan un mosaico rico, variado y verosímil que hacen de la novela de Victoria Zambrana más, mucho más que un thriller o historia de intriga.
Déjense llevar, amigas y amigos, por una fascinante, cautivadora novela que habla de luces, de sombras… de la vida en estado puro. Déjense llevar por la mejor literatura.

*Ficha de la obra
Autora Victoria Zambrana Hervás
Título El color de las sombras
Editorial Platero Ediciones
Págs. 276
Fecha de publicación 14 de noviembre de 2024