Por: Tomás Sánchez Rubio

Era la Semana Santa de 1973, concretamente el lunes 16 de abril ─lunes santo─. Cercana la hora del almuerzo, mientras me encontraba dibujando, como tantas veces en vacaciones, en la mesa de la salita acompañado de mi omnipresente caja de colores Alpino y mi bloc cuadriculado de grapas, mi hermana Concha estaba ordenando su habitación. Yo tenía ocho años. Vivíamos en la calle Sebastián Recaséns, hoy renombrada como Paco Gandía, en la Huerta de Santa Teresa de Sevilla. Mi padre trabajaba y mi madre había salido a comprar con mi hermana mayor, Mari. Recuerdo que Concha encendió la radio que tenía en una repisa de su cuarto. Calculo que debía de ser la una del mediodía. Aquella era la época del magazine matinal “Al compás del trabajo” en Radio Peninsular, dirigido por Agustín Embuena, con quien colaboraba habitualmente, entre otros grandes de las ondas, el añorado Emilio Segura. En la SER hacía las delicias de las familias la popular y divertida “Saga de los Porretas”. Nuestro aparato de radio “principal” era un manejable Telefunken de los conocidos como Panchito. A pesar de tratarse de un modelo “actualizado” ─cuadrangular y de colores gris y blanco─, no tenía frecuencia modulada, pero sí onda corta y onda media; aunque llevaba unas pilas enormes, podía también conectarse a la corriente (125 y 220 V).
El caso es que lo primero que escuchamos aquel día y en aquel momento fueron los hermosos acordes de “Esa será mi casa”, precisamente la que continúa siendo mi preferida entre las canciones interpretadas por Nino Bravo.
Allí quedará mi silla sin que nadie se siente en ella. Allí quedará mi amor entre las paredes viejas…
La noticia era que, alrededor de las diez de la mañana de ese 16 de abril, el cantante había sufrido un mortal accidente en el kilómetro 95 de la N-III que unía Madrid y Valencia, concretamente en el término conquense de Villarrubio. El coche que conducía, un BMW blanco de segunda mano, derrapó en una curva y se salió de la carretera. Acompañaban al cantante José Yuesa, Fernando Romero y Miguel Diurni, quienes resultaron heridos de diversa consideración. Habían salido de Valencia temprano porque iban a grabar en Madrid el primer disco del grupo «Humo» que integraban Diurni y Romero. José Yuesa era el guitarrista y Nino Bravo el promotor del dúo. Tras el accidente, serían trasladados los cuatro en vehículos de particulares a Tarancón, donde, en el pequeño hospital de Santa Emilia, regentado por monjas mercedarias, recibieron las primeras curas; posteriormente fueron llevados, en la única ambulancia de que disponía el pueblo, a Madrid, a la Ciudad Sanitaria Francisco Franco (hoy Hospital General Universitario Gregorio Marañón), donde el cantante ingresaría ya cadáver. Tenía veintiocho años y una hija de catorce meses, Amparo. Su mujer, María Amparo Martínez, con quien se había casado el 20 de abril de 1971 en la Iglesia Castrense de Santo Domingo (Valencia), se encontraba embarazada de su segunda hija, Eva. Se calcula que al entierro del cantante en el Cementerio General de la capital valenciana acudieron más de diez mil personas.

Aquellos años, que tantas personas de mi edad identificamos con la televisión en blanco y negro de Estudio 1, Un, dos, tres…, Estudio abierto o Los payasos de la tele, conocieron un plantel excepcional de cantantes españoles. Karina, Raphael, los grupos Fórmula V o Mocedades, Camilo Sesto o el nunca suficientemente valorado Juan Bau, entre otros, llenaban los locales y las ondas. Junto a ellos, y en poco tiempo, Nino Bravo había llegado a la categoría de verdadero ídolo artístico gracias a una voz prodigiosa y un estilo personalísimo.
Luis Manuel Ferri Llopis había nacido el 3 de agosto de 1944 en Ayelo de Malferit, al sur de la provincia de Valencia, en la comarca del impresionante valle de Albaida. Con dos años se trasladó con su familia a Valencia, y a los dieciséis comenzó a trabajar para una joyería de la ciudad, en la cual llegó a ser “lapidario” -especialista en labrar, tallar y pulir piedras preciosas-. También trabajaría como bodeguero en un restaurante del Aeropuerto. Desde muy temprana edad lo acompañó su afición al canto ─además de a las novelas de Julio Verne─, fundando a finales de 1962 el conjunto Los Hispánicos, que logró quedar finalista en Fiesta en España, un popular concurso radiofónico a nivel nacional. El grupo se disolvió en octubre de 1963. Más tarde, Luis Manuel entraría, a través del bajista Vicente López, en Los Superson, sustituyendo a Carlos Lardíes, fallecido en accidente de tráfico. Este conjunto fue el que lo acompañó en todas sus actuaciones hasta el final de su carrera artística.
Nino haría su presentación como cantante solista en el Festival de la Canción de la Vall de Uxó en 1968, a la vuelta del servicio militar en Cartagena. Llevaría posteriormente a cabo sus primeras galas, así como un recital en el Teatro Principal de Valencia, junto a su primer representante, Miguel Siurán, quien precisamente lo bautizara con el nombre artístico de Nino Bravo. Tras ser rechazado por la discográfica RCA a finales de 1968, en 1969 es contratado por cuatro años por Fonogram (bajo el sello entonces de Polydor). Las canciones de su primer sencillo eran del compositor jerezano Manuel Alejandro: “Como todos” y “Es el viento”. En el verano de 1969 llegarían Augusto Algueró y su inmortal “Te quiero, te quiero”. Le seguirían un sinnúmero de emblemáticas canciones como “Cartas amarillas” o “Un beso y una flor”, entre otras. Como tema póstumo, el archiconocido “América, América…”
El cantante participaría en la selección para el Festival de Eurovisión en dos ocasiones. En la primera, en 1970, se presentó con el tema “Esa será mi casa”. No conseguiría llegar a la final, que ganó Julio Iglesias con “Gwendolyne”. La segunda y más recordada fue durante el programa Pasaporte a Dublín, donde quedó en tercera posición, siendo elegida la cantante Karina como representante de nuestro país. No obstante, la popularidad de Nino y el cariño del público no dejaban de crecer, sucediéndose los reconocimientos a su inigualable calidad artística hasta el momento mismo de su fatal desaparición.

En el Passeig de L´Eixample de la localidad natal de Nino Bravo, Ayelo de Malferit, se le recuerda en el Museo dedicado a su memoria, dirigido por Isabel Juan, e inaugurado el 28 de octubre de 2006. Son miles los visitantes que cada año acuden allí de dentro y fuera de nuestro país.
Quisiera acabar este humilde homenaje a un eminente cantante y a toda una época, recordando a solo algunos de entre otros grandes artistas musicales de los 70 y 80, que, en plena juventud, dejaron también su vida en las carreteras españolas.
La cantautora madrileña Evangelina Sobredo Galanes, más conocida como Cecilia, fue intérprete de éxitos como “Un ramito de violetas” o “Mi querida España”. Falleció en agosto de 1976 a la altura de Colinas de Trasmonte (Zamora).
El 26 de septiembre de aquel mismo año, dos componentes del grupo Los Ángeles, Poncho González y José Luis Avellaneda, sufrieron un accidente mortal cuando se dirigían en coche de Levante a Madrid. Su 1430 fue arrollado por un turismo que viajaba en sentido contrario.
Julio Matito, guitarra del grupo sevillano Smash. Para la presentación de la reaparición con Gualberto García y Antonio Rodríguez, acuerdan ir al programa “Musical Express” de TVE, dirigido por Ángel Casas. El programa sería un especial dedicado sólo al grupo. Al día siguiente de la grabación Julio Matito fallece en un accidente de automóvil. Era el año 1979.
Jesús de la Rosa Luque, añorado vocalista, teclista y compositor del grupo de rock andaluz Triana. Falleció en octubre de 1983 en Burgos.
Emilio Baldoví Menéndez, conocido artísticamente como Bruno Lomas. Nacido en Játiva, fue un notable representante del rock and roll español y magnífico intérprete de soul. Falleció en agosto de 1990 en Puebla de Farnals.
José Celestino Casal Álvarez, más conocido como Tino Casal. Asturiano, fue un cantante y compositor de música pop inscrito en las corrientes del techno y new romantic. Productor, pintor y escultor, fue un gran admirador y defensor de la obra de Nino Bravo, afirmando que se trataba de “la mejor voz que había dado la Hispanidad”. Falleció en septiembre de 1991 en Madrid.
Un artículo excepcional del escritor Tomás Sánchez Rubio, que nos transporta al recuerdo social y cultural de la figura del artista Nino Bravo.