El Atril
Por: Isabel Rezmo
Pintor español. Es común valorarle como el pintor más representativo y fecundo del romanticismo hispalense y uno de los más destacados de su época en España.
Se formó en la Academia de Bellas Artes de Sevilla, teniendo siempre como referente la pintura de Murillo y de los artistas andaluces del Siglo de Oro.
Cultivó la pintura de género, pero fue su faceta como retratista la que le dio mayor prestigio: sus retratos, que se cuentan entre lo mejor de la pintura romántica española, son el fiel reflejo del individuo, pero también de una época. Entre sus obras cabe destacar La campana de Huesca y Lectura de Zorrilla en el estudio del pintor.
De origen sevillano, trabajó durante toda su vida en Madrid. Participó en las corrientes historicistas que predominaron durante el siglo XIX, dentro del llamado movimiento eclecticista. Estuvo integrado en los salones artísticos que solían celebrarse en las ricas mansiones alto-burguesas, reuniones en las cuales participaban políticos, literatos, músicos y pintores, tal y como se aprecia en su cuadro ya mencionado, Lectura de Zorrilla en el estudio del pintor, del Museo del Prado. De la síntesis realizada sobreviene el nombre que se le otorga al período en el que trabajó, Eclecticismo, que trataba de aprovechar lo mejor de otras épocas y estilos.
En 2006, la Academia de Bellas Artes de Sevilla, en colaboración con la Fundación El Monte, realizó una muestra con 17 lienzos y dos dibujos, que compendian la obra de Esquivel.
Vida y obra
Antonio María Esquivel y Suárez de Urbina nació en Sevilla en 1806 . Nacido de familia noble, creció en un ambiente pobre tras la muerte de su padre— había fallecido en la batalla de Bailén (1808)—, mientras su madre se esforzaba en que tomara lecciones en la Academia de Bellas Artes, llegando a pasar apuros económicos en su Sevilla natal.
En 1831 decide marcharse a Madrid junto con el también pintor hispalense José Gutiérrez de la Vega, comenzando a partir de entonces una etapa de éxito donde consiguió premios y honores al amparo del cónsul británico Williams. Ese mismo año ingresó en la Real Academia de San Fernando, presentando a concurso el Descubrimiento de los mares del Sur por Núñez de Balboa. En 1832, tras superar los exámenes requeridos, obtuvo título de académico de mérito, hecho que propició el acomodo de Esquivel en la Corte, adonde trajo a su familia y donde residió, aunque con interrupciones significativas, hasta su muerte.

Su formación corrió a cargo de las enseñanzas impartidas en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta educación se basaba, sobre todo, en el dominio del dibujo y el contorno, que primaba sobre el color y la luz. Esquivel combinó esta maestría dibujística con las grandes composiciones de los maestros del Siglo de Oro español, así como con las técnicas de iluminación desarrolladas durante el Romanticismo. Desde 1832, fue académico de mérito de la Real Academia de San Fernando, colaborador artístico de El Panorama y El siglo XIX, quedando incluido en 1837 en el brillante Liceo Artístico y Literario. Impartió clases en la Academia de Madrid y, como erudito en la materia, publicó dos monografías: José Elbo y Herrera el Viejo en 1847 y Tratado de Anatomía Pictórica en 1848.
El año 1839 fue una fecha crucial en la vida del pintor por otra importante razón: tras sufrir una enfermedad, en el otoño quedó ciego. Este hecho acarreó el consiguiente desempleo del artista; sin embargo, fue objeto de numerosos homenajes por parte de amigos —cabe destacar la ayuda prestada por Pérez Villaamil— e instituciones, que con sus cuantiosas aportaciones económicas permitieron subsistir a Esquivel y a su familia.
Aunque aún se desconoce con certeza cuál fue el método empleado para su curación, lo cierto es que a finales de 1840 estaba prácticamente recuperado. Por este motivo, y con el fin de agradecer públicamente las ayudas recibidas, pintó la famosa Caída de Luzbel (Madrid, Museo del Prado), presentada solemnemente en el Liceo madrileño el 25 de abril de 1841. Para este cuadro se conserva un boceto en la colección Muela.
Las noticias sobre la recuperación del artista en los diarios madrileños —El Castellano, El Correo o El Corresponsal recogen la noticia— desde principios de 1841 indican su regreso a la capital, integrándose de nuevo en la vida sociocultural de la ciudad. Para las distintas tertulias y exposiciones envió algunas de sus obras más significativas, entre las que cabe citar el Nacimiento de Venus (1842, colección Carlés), Colón en la Rábida (1845), la Lectura de Zorrilla en el estudio del pintor (1846, Madrid, Museo del Prado) o la Caridad (1849) que sería adquirida por los duques de Montpensier y posteriormente donada al sevillano Hospital de la Caridad.

La Lectura de Zorrilla es, junto a la Lectura de Ventura de la Vega, la obra más significativa del artista. En ella aparecen representados Espronceda —que por entonces ya había muerto (falleció en 1842)—, el duque de Rivas, Zorrilla y Mesonero Romanos, entre otros muchos. Perfecto retrato de la sociedad madrileña del momento, el lienzo viene a mostrar las dos corrientes literarias del romanticismo español: la influencia de lord Byron encarnada en la figura de Espronceda y la corriente histórica nacional de mano del duque de Rivas.
La Lectura de Ventura de la Vega en el Teatro del Príncipe (c. 1845-1846) quedó inconclusa. Representa el estreno en 1845 de El hombre del mundo de Ventura de la Vega en el Teatro del Príncipe. A él asistieron, como sucediera en El estudio, algunos de los personajes más destacados de la sociedad madrileña, entre los que se encuentra representado el propio Esquivel.

Retratos y Trabajos literarios
A este momento se deben también sus mejores retratos, caracterizados por su elegancia, su plasticidad en el modelado y por la minuciosidad de los detalles. Sus retratos, que cuentan entre lo mejor de la pintura romántica española, son el fiel reflejo del individuo, pero también de una época. En la última década de su vida, también se dedicó a la crítica de arte y a la redacción de textos didácticos.
Destacan el retrato de Isabel II y la Infanta Luisa Fernanda (Sevilla, Reales Alcázares).Son también importantes los retratos de personajes literarios del momento (Espronceda, Zorrilla, Ventura de la Vega), con los que mantuvo una estrecha amistad. Junto a ellos, retrató a buena parte de la alta sociedad madrileña (duque de Ahumada, conde de San Luis), si bien es cierto que la aristocracia prefirió la mano experta de Federico de Madrazo.

Fueron años de éxito en los que realizó además la mayor parte de sus trabajos literarios, publicados en revistas y periódicos como El Siglo XIX o El Panorama. Sobresalen las biografías de los pintores Francisco Herrera, el Viejo, y del malogrado José Elbo (1804-1844), publicadas en 1847 en la revista El Artista. Pero, sin duda, su obra más celebrada será su Tratado de anatomía pictórica. Aunque publicada en 1848, su redacción se remonta a 1845, cuando la escribió con el fin de servir de referencia a los pintores y escultores que estudiaban en la Academia.

Durante los últimos años de su vida fue nombrado académico de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (1847) y catedrático de Anatomía Artística en la misma institución, dedicándose casi por entero a su labor como académico. También presidió hasta su muerte, una vez desaparecido el Liceo, la Sociedad Protectora de las Bellas Artes, ocupando el cargo de director facultativo. Asimismo, concurrió en 1856 a la primera Exposición Nacional de Bellas Artes. Fue fecha destacada por la participación en el evento de su hijo Carlos María, que presentó un cuadro de historia. A la exposición envía, junto a su Autorretrato (Madrid, Museo del Prado) y a una serie de retratos, tres temas religiosos, entre los que destacó la Magdalena penitente (Sevilla, Museo de Bellas Artes).
Esquivel murió el 9 de abril de 1857, a la temprana edad de cincuenta y un años, dejando a su familia en una relativa pobreza. La noticia se recogió seis días después en el diario Museo Universal.
Como pintor, se enmarca dentro de la corriente romántica o isabelina, con una obra que se caracteriza por el sentimiento y la corrección estética, y un estilo caracterizado por las calidades cromáticas y la definición del dibujo. Su especialidad fue sin duda el retrato, muy solicitado en aquella época, tanto individual como colectiva; algunos de ellos eran miniaturas de personajes ilustres de las sociedades madrileña y sevillana. En estas obras, además del valor pictórico y artístico, está el de la descripción del ambiente y de la sociedad del momento.
En cuanto a la temática religiosa, Esquivel fue continuador del estilo murillesco, tan en boga en aquellos tiempos. Su temática histórica queda representada principalmente por su conocida obra, La campana de Huesca, realizada con su peculiar tendencia de tintes teatrales y románticos, propios de la sociedad del momento. Finalmente, el tema costumbrista también está representado en su pintura, con obras de personajes populares que eran muy solicitados en el mercado de Madrid y Sevilla. También destacan Los infantes de Lara y Cristóbal Colón en el convento de La Rábida, obra con la que concurrió a la Primera Exposición Nacional de Bellas Artes (Madrid, 1856); y de asunto mitológico, El nacimiento de Venus.

Conjunto de escritos que realizó, destacan: Observaciones acerca del estado actual de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, 1838; “Defectos de las enseñanza de las Artes Liberales en nuestra Patria”, en El Panorama (Madrid), 1840; “Interior de la Catedral de Zaragoza”, en Revista de Teatros (Zaragoza) (1842); “José Elbo”, “Francisco Herrera el Vejo”, en El Artista (Madrid), n.º 1 (1847); El Artista, n.º 1 (1847); “Peligros y prejuicios que resultan de las preocupaciones en materia de Pintura”, en El Liceo Artístico Español (Madrid), n.º 1 (1848); Tratado de Anatomía Pictórica, Madrid, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1848; “Bellas Artes”, en El Panorama (Madrid) (1848).