JOHANNA SPYRI, MADRE DE UNA HUÉRFANA UNIVERSAL

Por: Tomás Sánchez Rubio

Johanna Spyri nació en Hirzel −comuna suiza del cantón de Zúrich− el 12 de junio de 1827. En la capital zuriquesa fallecería el 7 de julio de 1901. Era la cuarta hija del matrimonio formado por el doctor en medicina Johann Heusser y la sugerente poeta Meta Heusser-Schweizer, cuyos versos, de motivación religiosa, se publicaron por primera vez de forma anónima, para hacerlo ya bajo su propio nombre a partir de 1863. La vida de Johanna fue de todo menos aburrida.  Era una niña muy sensible, con dos grandes amores: la música y la naturaleza. Desde muy pequeña tocaba y disfrutaba del piano; sin embargo, un día escuchó cómo ejecutaban una melodía con el arpa y su sonido la encandiló. En cierta ocasión, ella y su buena amiga Netti Fries caminaban por las calles de Zúrich, cuando vieron una en el escaparate de cierta tienda instrumentos. Decidieron comprarla, pero, al no tener dinero suficiente, sacrificaron sus ahorros, juntaron el dinero de ambas e hicieron la valiosa adquisición. Como no decidían en cuál de las casas quedaría guardada el arpa, llegaron a un acuerdo: la intercambiarían cada dos semanas. El contacto con su otra pasión, la naturaleza, se inició a su llegada a los Alpes, disfrutando en su infancia de las montañas y los bosques.

La primera escuela a la que Johanna asiste había sido anteriormente un granero en medio de unas tierras de labor. Se dice que su primer maestro la humillaba constantemente ante toda la clase, posiblemente por una timidez extrema que él consideraba falta de educación o pereza. Como resultado, sus padres la sacan de allí y la envían a otra escuela de la aldea, la que el pastor de la parroquia había habilitado en su casa.

A los catorce años Johanna se va a vivir a Zúrich, a la casa de una tía. Allí asiste a clases de idiomas y de piano. Posteriormente pasaría un año en un internado de la ciudad de Yverdon-les-Bains, en la Suiza francófona.

Entre 1844 y 1853, Johanna ejerce de maestra de sus hermanas pequeñas, dedicando en ese tiempo bastantes horas del día a la lectura de obras de diversos géneros.  En época de vacaciones, su amor a la naturaleza le hacía dirigir sus pasos a la región de Coira ─considerada la ciudad más antigua de Suiza─, en el cantón de los Grisones. Este habría de ser el escenario de la acción de sus posteriores libros, sobre todo en Heidi; concretamente, la comuna de Maienfeld…

En 1852 su vida cambia radicalmente. Conoce a Bernhard Spyri, estudiante de Derecho y amigo de su hermano Theodor. Con él acabará casándose tras un corto noviazgo. El matrimonio se instala definitivamente en Zúrich. Bernhard era asimismo editor del Eidgenössische Zeitung, diario de orientación liberal, conservadora y federalista.

A pesar de participar activamente en una asociación artística y literaria local, el fuerte sentimiento de nostalgia y soledad que padece Johanna en esta nueva vida, acaba haciendo mella en su salud, sumiéndola en una profunda depresión. Tal vivencia sería trasladada luego por la escritora a la historia de Heidi, cuando la niña debe dejar Suiza para vivir en Fráncfort, lejos del ámbito libre y agreste de los Alpes. Solo pudo superar esta dolencia cuando nació su hijo Bernhard en 1856, quien, andando el tiempo y heredando su amor por la música, se convertirá en un virtuoso violinista. A partir de 1870, Johanna comienza a dedicar cada vez más tiempo a escribir y publicar con el objeto de recaudar fondos para la Cruz Roja Internacional, organismo fundado pocos años antes por el filántropo ginebrino Henri Dunant. Su primer libro, Una hoja en la tumba de Vrony, firmado solo con las iniciales J. S., ve la luz en 1871. Con la intención de distraer a su hijo, para evitar que su niñez quede marcada por el desagradable ambiente del conflicto bélico franco-prusiano en que estaban inmersos, la autora rememora en sus escritos recuerdos de la infancia, así como historias que había oído contar a su familia, hechos que van dando forma al relato de una niña huérfana que va a vivir a las montañas con su abuelo. Había nacido Heidi, que se publicaría nueve años más tarde, ya con el nombre completo de su autora: Johanna Spyri.

El padre de su personaje, Tobías, carpintero, fallece a consecuencia de un accidente laboral, cuando le cae encima una viga. Su madre, Adelaida, llamada como ella, moriría de pena pocos meses después. Heidi queda entonces bajo tutela de su abuela materna y su tía Dete. Esta, al no poder cuidar de la niña por su nuevo trabajo, se verá obligada a llevársela al huraño “viejo de los Alpes”, único familiar vivo.

El año 1885 marcaría a Johanna para el resto de su vida: fallece primero su hijo, aquejado de una larga enfermedad, y luego su esposo y compañero.  La escritora decide mudarse de casa. Consigue una vivienda más céntrica, adonde una joven sobrina se va a vivir con ella. A partir de entonces, la autora, dedicada a numerosas obras de caridad, escribe para deleitar a su sobrina, tal como había hecho con su hijo tres lustros atrás; sus relatos siguen siendo sobre niños que viven en las montañas, que juegan con juguetes que ellos mismos fabrican y cuya existencia transcurre en un continuo diálogo con los animales y los paisajes del entorno… En los últimos años de su vida, entre 1888 y 1902, llegará a escribir cuarenta y ocho cuentos. Un excesivo agotamiento la obliga a tomarse unos meses de vacaciones. Pero Johanna, de espíritu incansable, viaja a distintos puntos de los Alpes suizos, llegando hasta el norte de Italia. De vuelta a Zúrich, fallece en el 7 de julio de 1902.

Hablar de Spyri implica hacerlo de su personaje más popular, Heidi. Sus entrañables aventuras han sido adaptadas al cine, la televisión y el teatro.
De entre las diversas versiones cinematográficas, debemos señalar que la cinta pionera fue la norteamericana de 1937, un musical infantil interpretado por la niña prodigio Shirley Temple. La película, realizada por Allan Dwan, fue todo un éxito en taquilla. No obstante, muy superior en calidad se considera el filme suizo que rodó, en 1952,Luigi Comencini en los escenarios naturales de Engadin, y que contaba con un gran actor helvético, Heinrich Gretler, en el papel del abuelo de la pequeña, interpretada por Elsbeth Sigmund. Recordemos que Comencini haría, en 1953, la célebre Pan, amor y fantasía, con Gina Lollobrigida y Vittorio De Sica. También será el realizador de Las aventuras de Pinocho, de 1972, una miniserie de TV a la que ya nos referimos en un artículo anterior, y que contaba también con la presencia de Lollobrigida, en el papel de Hada Azul, así como del gran Nino Manfredi, como Gepetto.

En el año 1974 ─como bien es conocido por todos aquellos que están leyendo estas líneas─, se estrena una serie nipona de dibujos, de nada menos que cincuenta y dos episodios, y que provocaría una peregrinación masiva de los japoneses hacia lo que un periodista suizo calificó con ironía como «Heidilandia»; se trataba de Heididorf, abierto en la localidad suiza de Maienfeld ─donde Spyri sitúa el hogar de su protagonista─, en la Bündner Herrschaft, cerca de la frontera austriaca. El personaje televisivo era creación del genial Isao Takahata, director, productor y guionista de películas de animación, que, junto a su amigo Hayao Miyazaki, fundaría los estudios Ghibli. La inolvidable melodía −aquel “monshimó shiitana” que todos cantábamos sin saber qué significaba− se debía al compositor japonés Takeo Watanabe, nacido en Tokio el 16 de abril de 1933 y muerto el 2 de junio de 1989, a quien se le atribuyen además otros temas de programas infantiles de gran repercusión como Candy, Candy.

En España, la serie Heidi se estrenaría en 1975. El éxito no se hizo esperar. Debemos señalar que Selica Torcal, la actriz de doblaje que dio voz a la protagonista, era ya una de las voces más famosas de la televisión y el cine español. Más tarde sería sustituida por Marisa Marco. Personajes que deben su dicción a Torcal fueron la cerdita Peggy, de The Muppets, o el osito Jackie, de El bosque de Tallac, participando también en Los caballeros del Zodiaco. Marisa Marco, por su parte les prestaría su voz, entre otros muchos personajes, a Tommy, de Pippi Calzaslargas, y a Mary Ingalls, de La casa de la pradera.

Dos años después de Heidi, llegaría a nuestro país otra serie de Isao Takahata, Marco, que contaría también con cincuenta y dos episodios de infaustos recuerdos para muchos de nosotros. Las aventuras de este joven se basaban en otro clásico del XIX, la novela De los Apeninos a los Andes, del italiano Edmondo De Amicis (1846-1908).

No hace mucho, me hice con un ejemplar antiguo de Heidi. El libro, una décima edición de diciembre de 1954, se encuentra aderezado con fotos e ilustraciones pertenecientes a la versión cinematográfica suiza del año 1952. La traslación del alemán al español se debe al erudito y prolífico traductor Theodor Scheppelmann (1887-1946), biógrafo de Bismarck y adaptador del Bildwörterbuch o Diccionario Ilustrado del lingüista alemán Konrad Duden a la lengua castellana. Se trata de una publicación de Editorial Juventud S. A. de Barcelona, fundada en 1923 por José Zendrera Fecha, y aún existente. Fue esta empresa editora la que daría a conocer al público español las aventuras de La abeja Maya −personaje creado por Waldemar Bonsels−, o las de Peter Pan −obra de J.M. Barrie−.

Cuando he leído la novela, divertida, preciosa, emotiva… me he vuelto a ver sentado ante la televisión un sábado por la tarde, atendiendo absorto a los avatares de aquella niña alegre e inocente que gozaba, en plena naturaleza, de la compañía de su abuelo, de Clara, Pedro, Niebla… En suma, de los mejores amigos y amigas del mundo…

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