PALABRAS CON HISTORIA: DICIEMBRE

POR: Marcos López Herrador

Se define a diciembre como el duodécimo mes del calendario que consta de treinta y un días.

Parece que no puede caber mayor claridad en esta definición de diciembre que, al ser el último mes de un año de doce, no le queda más remedio que ser el mes duodécimo.    

Pero si nos fijamos con atención, nos daremos enseguida cuenta de que el nombre del último mes del año parece hacer más referencia al número diez que al doce, y si nos fijamos en el calendario, pronto veremos que algo ocurre con el resto de los meses que parecen no cuadrar con su nombre, porque noviembre, que es el mes número once, tiene un nombre que sin embargo nos recuerda al nueve, y como si el calendario no quisiera dejar de sorprendernos, resulta que octubre que es el mes décimo del año tiene un nombre que nos recuerda a ocho, y septiembre al siete, siendo el noveno mes. Agosto, que es el mes octavo, no nos recuerda a número alguno porque se llama así en honor del primer emperador romano, Augusto, pero si nos preguntamos cómo se llamaba antes de eso, sabremos que era denominado por los romanos como sextilis, con lo que nuevamente tenemos una referencia al número seis para el mes octavo. Y para rematar, resulta que ocurre lo mismo con el mes de julio, séptimo mes del año, denominado así en honor de Cayo Julio César, y que antes de ser dedicado al gran conquistador, era denominado como quintilis

Cabe pues preguntarse cuál es la explicación a todo esto, y por sorprendente que parezca, aunque el calendario tiene su origen en la antigua Roma, y hoy en día es de aplicación universal, la explicación tiene que ver con una ciudad tan española como Soria.

Empecemos por decir que en la antigua Roma el año comenzaba aproximadamente con la primavera, o dicho de otra forma en el mes de marzo, dedicado a Marte, que era el primer mes del año y, por tanto, septiembre, ahora sí se correspondía con el séptimo, octubre con el octavo, noviembre con el noveno y diciembre con el décimo. Cerraban el año los meses de enero y febrero; enero dedicado al dios Jano, cuya evocación no se pierde en inglés que denomina enero como january, y febrero, dedicado a la diosa Fiebre, diosa de la salud y la regeneración.

Pero corría el año 155 a.C., cuando en Hispania se vuelven a sublevar los lusitanos, tal y como venía ocurriendo de forma intermitente en los últimos casi cuarenta años, desde el 193 a.C. En esta ocasión, aliados con los vetones y la ciudad de Numancia (junto a la actual Soria), los nuestros infringieron al pretor de la Hispania Ulterior, Marco Manlio, una severa derrota. Para vengarla y terminar con una guerra que ya parecía eterna, en el 153 a.C., Roma envía a Lucio Mummio como pretor a la Hispania Ulterior y a Quinto Fulvio Nobilior en calidad de cónsul a la Citerior.

La guerra de Numancia se había convertido en una intolerable guerra de desgaste que estaba minando la moral de los romanos. Era una guerra con la que habían decidido terminar a cualquier precio. Las magistraturas, que eran elegidas a primero de año, es decir, en marzo, ese año, con objeto de que estos magistrados pudiesen preparar adecuada

mente la campaña e iniciarla en primavera, que era cuando se podían iniciar las campañas militares en la antigüedad, se decretó que el comienzo del año tuviese lugar en el mes de jannarius (enero), con lo que el año pasó a terminar en diciembre (hasta entonces mes décimo, como su propio nombre indica).

Y así quedo para el mundo y para siempre.

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