JACINTO Y SU SOBRINO: UNA FAMILIA DE CINE

Por: Tomás Sánchez Rubio

El jueves 6 de septiembre de 1956 se estrenaba en el Festival Internacional de Cine de Venecia ─el más antiguo del mundo, creado por Giuseppe Volpi en 1932─ la película hispanofrancesa Calle Mayor. Se trataba, este impactante drama rural en blanco y negro, de una libérrima versión de la obra de teatro La señorita de Trevélez, del comediógrafo Carlos Arniches. Su director era el madrileño Juan Antonio Bardem, quien el año anterior se había hecho con el Premio de la Crítica internacional en el Festival de Cannes. Protagonizaban la memorable cinta los actores Betsy Blair y José Suárez, estadounidense y español respectivamente. Poco después, en 1958, otra película de Bardem, La venganza, sería el primer largometraje español en ser nominado al Oscar de Hollywood.

En aquel 1956, año de la inauguración de los servicios de Televisión Española, así como de la concesión del Premio Nobel a Juan Ramón Jiménez, a las salas españolas llegaron, aparte de Calle Mayor, otras películas de factura nacional, entre las que destacaron Calabuch, de Luis García Berlanga; Los ladrones somos gente honrada, de Pedro Luis Ramírez; El Piyayo, de Luis Lucia Mingarro; El pequeño ruiseñor, de Antonio del Amo, y Mi tío Jacinto, de Ladislao Vajda.

Esta última cinta, que también se había estrenado en septiembre y en la que nos vamos a centrar hoy, estaba protagonizada por el solvente y ya veterano intérprete, sobre todo de teatro, Antonio Vico, y un jovencísimo Pablo Calvo Hidalgo ─conocido como Pablito Calvo desde su recordado papel en Marcelino, pan y vino─, actor infantil nacido el 16 de marzo de 1948 en Madrid.

Mi tío Jacinto, con guion de Andrés Laszlo, se considera un melodrama sentimental, pero guarda un notable interés por su vertiente neorrealista, que guarda indiscutibles semejanzas con memorables títulos italianos como El ladrón de bicicletas (originalmente, Ladri di biciclette, 1948), del actor y realizador Vittorio de Sica. Por otro lado, particularmente también me evoca, en ciertos detalles, el que sería el primer largometraje del gran Carlos Saura, Los golfos (1960).

El argumento de Mi tío Jacinto podría resumirse del modo siguiente: En un barrio de chabolas de los arrabales de Madrid, viven Jacinto y su sobrino Pepote. Jacinto es un torero retirado no demasiado reconocido, y que ahora que no tiene un oficio fijo. Pepote tiene siete años. Espabilado y noble, es huérfano y siente una sincera admiración hacia su tío. Ambos viven sobre todo de recoger colillas, con objeto de vender lo poco de tabaco que sacan de ellas. Un día Jacinto recibe una carta para participar en una «charlotada» (espectáculo bufo con toros), que se celebrará esa misma noche en Las Ventas. Por su esperpéntica actuación cobraría la nada despreciable suma ─en aquellos momentos─ de 1500 pesetas; sin embargo, no disponen de las 300 que costaría el alquiler del traje de luces… Así que el drama está servido. Se pasan toda la jornada intentando conseguir por cualquier medio, legal y no tanto, ese dinero. Cuando todo parece perdido, Pepote le suplica al sastre para que les preste el traje, en una memorable escena, a la vez simpática y sentimental. Lo acaba consiguiendo, si bien un empleado de su negocio los acompañaría como custodio de la valiosa prenda.

Jacinto llega a la plaza albergando la esperanza de que esta sea su oportunidad para triunfar y lucirse ante su sobrino. Sin embargo, la lluvia arruina la actuación. Jacinto, avergonzado por la más que probable decepción de Pepote, sale angustiado. Sin embargo, el niño se había escabullido en cuanto había empezado a llover y no ha visto el desenlace; por lo que, Jacinto, al ser preguntado por él acerca de la faena, le oculta la verdad alardeando de su arte, contándole al inocente chaval, camino de la modesta casa, una supuesta tarde gloriosa.  

El actor Pablito Calvo, por su papel de Pepote, se haría con el premio Fotogramas de Plata al mejor intérprete español de 1956. Recordemos que los Fotogramas, en sus distintas categorías, son unos galardones otorgados por el público, cuya primera edición fue en 1951, distinguiéndose los trabajos del año anterior. En los comienzos, recibieron estos premios el nombre de Placas San Juan Bosco.

Asimismo, la película se haría aquel mismo año con el Oso de Plata (premio del público) en el prestigioso Festival de Berlín. El Oso de Oro iría a parar nada menos que a Invitación a la Danza, “arriesgado experimento cinematográfico”, pero con magníficos resultados, compuesto de tres historias musicales con total ausencia de voz humana. Su director y protagonista, Gene Kelly. Habría que esperar a 1960 para que nuestro país se hiciera con el Oso de Oro, gracias a la versión cinematográfica de El lazarillo de Tormes, coproducción hispanoitaliana, dirigida por César Fernández Ardavín y protagonizada por el niño Marco Paoletti. Sobresaldría la actuación de un joven, pero ya veterano, Juanjo Menéndez en el papel de escudero.

Aparte de esto, el diseñador Antonio Simont se haría con la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos a los mejores decorados de Mi tío Jacinto, y el austriaco Heinrich Gärtner ganaría el correspondiente Premio a la Mejor Fotografía, otorgado por el Sindicato Nacional del Espectáculo.

Se hace imprescindible, por otra parte, hablar de la inconmensurable figura del director de la película, László Vajda Weisz —conocido en el ámbito artístico como Ladislao Vajda—. Nacido en Budapest (Hungría) en 1906 e hijo de una soprano y del dramaturgo László Vajda, a la sazón director del Teatro Nacional de Hungría, abandonó pronto sus estudios de Ciencias Políticas para dedicarse por entero al mundo del espectáculo. Comenzó trabajando en Alemania como montador en películas de Franz Lehar. En 1932 se estrenó como realizador con la producción británica El estudiante mendigo. Tras una decena de películas, abandonó Hungría en 1938 ante la creciente amenaza del nazismo y a causa de su condición judía. Después de trabajar en Francia e Italia ─donde Mussolini prohibió su cinta Giuliano de Medici, de 1941─, recalaría por fin en nuestro país. No obstante, trabajaría asimismo en producciones de Gran Bretaña, Portugal y Suiza. Sus primeras películas en España pueden considerarse comedias más o menos intrascendentes, si bien con un innegable sello personal de buen oficio y corrección, como Se vende un palacioDoce lunas de miel o Cinco lobitos, ésta última en coproducción con Portugal. Destacaría particularmente en este periodo Te quiero para mí (1949), protagonizada por mi admirado Antonio Casal, y con la jovencísima debutante Sarita Montiel, en un papel secundario.

El caso es que será con películas como la detectivesca Barrio, basada en una novela de Georges Simenon, o Carne de horca, que trata el ambiente de los bandoleros del XIX, donde se deja ver un cine más dramático, así como una notable influencia de Fritz Lang, uno de sus directores predilectos. Seguidamente, será a mediados de los 50 cuando se vincule la figura de Vajda a Producciones Chamartín y a uno de los conocidos como niños prodigio del cine español, Pablito Calvo. Durante tres años se prolongará la fructífera asociación entre el director y su joven protagonista. En este tiempo se rodarán tres películas, todas con un enorme éxito de público: la antes citada Marcelino, pan y vino (1955), Mi tío Jacinto (1956), y Un ángel pasó por Brooklyn (1957). La primera, una de las más taquilleras de la postguerra en nuestro país, era una adaptación cinematográfica de un relato infantil de José María Sánchez Silva, único español que ha obtenido el Premio Andersen. La tercera, aderezada con la destacable presencia de Peter Ustinov, guarda similitudes con Milagro en Milán (Miracolo a Milano, 1951), de Vittorio de Sica, quien se basaría a su vez en la novela Totò il buono (1943), de Cesare Zavattini. En el filme resulta curiosamente convincente el panorama neoyorkino, ─y que nos recuerda al mejor Kapra─, reconstruido en los alrededores de Madrid.

Tras una prolífica e interesante carrera como realizador ─que no descarto tratar en próximos artículos─, Ladislao Vajda fallecería en marzo de 1965 (a los cincuenta y nueve años), mientras rodaba en Barcelona una coproducción musical hispano-franco-italiana, La dama de Beirut, con una Sara Montiel, que, como recordamos anteriormente, había hecho debutar bastantes años antes.

En Mi tío Jacinto, filmada en diversos lugares de Madrid como El Rastro, el metro o la plaza de las Ventas, y con música del compositor y pianista ucraniano Román Vlad, destacan los papeles como secundarios de Juan Calvo, como el sastre; Luis Sánchez Polack (Tip), como empleado del anterior; el humorista Miguel Gila, como timador; Pastora Peña, como vendedora de sellos, o bien el imprescindible José Isbert, en el papel de Sánchez, un falsificador de relojes.

Respecto a Pablito Calvo, con un palmarés de ocho películas ─la última, de 1963─, tras retirarse, estudió Ingeniería Industrial, profesión que compaginó con la actividad empresarial en la localidad de Torrevieja (Alicante), donde vivió con su familia y fallecería en 2000 con apenas cincuenta años.

Os recomiendo estas páginas para profundizar en el tema. Valen realmente la pena.

https://www.pediatriabasadaenpruebas.com/2024/10/la-infancia-en-blanco-y-negro-de.html
https://manuelblascuatro.blogspot.com/2020/11/mi-tio-jacinto-buen-cine-espanol-de-los.html
https://historia-hispanica.rah.es/biografias/43839-ladislao-vajda-weisz

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