LE PETIT NICOLAS, LE GRAND JEAN-JACQUES…

Por: Tomás Sánchez Rubio

Debo decir que, en general, nunca me gustaron las despedidas. Suelo escabullirme de las reuniones numerosas, arriesgándome a parecer una persona descortés, cuando llega el momento que considero propicio para irme. A veces las despedidas se alargan demasiado en la puerta del bar, en la estación, en las más diversas situaciones de la vida… Parece como si nos diese miedo la inevitable separación, aun siendo esta a veces momentánea.

El caso es que, además, como suele ocurrir, al ir llegando uno a cierta edad, las despedidas se hacen por desgracia más frecuente de lo habitual. Por otro lado, esos adioses, por muy esperados que sean, nos resultan a muchas personas cada vez más fastidiosas, más crudos, más tristes. Este verano pasado, un tranquilo día de agosto, de esos que suelo aprovechar para levantarme algo más tarde de lo habitual por haberme quedado leyendo hasta la madrugada alguna interesante novela de Dolores Redondo, me enteré de la muerte de una persona a la que nunca conocí personalmente, pero cuya desaparición me produjo un profundo pesar. No recordaba si en alguna ocasión anterior a ese día había visto su cara, que me pareció tan curtida y amable como la corteza de aquellos solitarios árboles de parque en que se cruzan las naturales cicatrices del tiempo con las marcas de la gente que graba en ellos un amor en principio imperecedero e inagotable. Lo que sí se me hizo más vívido en esa mañana fue el trazo sencillo de sus dibujos, el silencio cargado de vida de sus creaciones. Me vino a la cabeza, no sé por qué, aquel niño con aire desamparado y triste, Bruno, a quien su padre, Antonio, nunca le daba la mano en la película de Vittorio de Sica Un ladrón de bicicletas. Se trataba, efectivamente, de Jean-Jacques Sempé, el creador del pequeño Nicolás. Debo decir que una sensación semejante tuve tras la noticia de la desaparición de José María González Castrillo —conocido por el seudónimo de Chumy Chúmez—, en 2003, o de Joaquín Salvador Lavado Tejón —Quino, hace solo dos años. Los tres eran ilustradores y los tres contribuyeron a dibujar, junto a otros y otras artistas, el mapa indeciso, pero rico, de mi niñez y mi adolescencia.

Sempé había nacido en la localidad francesa de Pessac un 17 de agosto de 1932, días después de que nuestro dramaturgo Fernando Arrabal lo hiciera en la ciudad de Melilla. En aquellos días, el ingeniero Albert Lebrun era el presidente de la República gala, en tanto que Niceto Alcalá-Zamora lo era de la española.

Pessac es un municipio ubicado en el departamento de Gironda, en la región de Aquitania; también se trata de la segunda comuna más grande del área suburbana de Burdeos. El nombre de la ciudad lleva un siglo unido al del arquitecto y urbanista Charles-Édouard Jeanneret-Gris, más conocido a partir de la década de 1920​ como Le Corbusier. En Pessac diseñó y construyó, entre 1924 y 1926, la conocida como Cité Frugès, un conjunto de numerosas viviendas destinadas a trabajadores. El enclave fue catalogado como patrimonio de la UNESCO en 2016.

Sabemos sobre el precoz artista Jean-Jacques Sempé que, estudiante algo indisciplinado e irregular, fue expulsado de su colegio y empezó a pronto a trabajar. Sus primeros dibujos comenzaron a ser publicados en las revistas Sud-Ouest Noir et Blanc, fundadas ambas a mediados de los difíciles años 40. Sus acuarelas mostraban a unos personajes callados y reflexivos, aparentemente simples, pero de una expresividad que rápidamente les hizo ganar la atención de medios y de lectores a nivel internacional. Reconocido por sus carteles, dibujó varias veces la cubierta de la ya entonces prestigiosa publicación americana The New Yorker. En 1952 le fue concedido el Carrizey, premio destinado a los dibujantes noveles, instituido tres años antes por el periódico Ici Paris en honor de Robert Carrizey, joven ilustrador francés fallecido durante la Segunda Guerra Mundial. Aparte de Sempé, lo ganaron otros “grandes” de la viñeta como Barberousse, Chaval, Tetsu o Vals.

En aquella década de los 50, llegaría también Le petit Nicolas, personaje de enorme popularidad cuyos libros llegarían a convertirse en lectura obligatoria de la asignatura de francés para los escolares de diversos países, incluido el nuestro. El origen de sus aventuras se encuentra en una tira cómica publicada entre 1956 y 1958 en la revista belga Le Moustique, publicación de temática cultural y de actualidad nacida en 1924. Allí aparecía René Goscinny como guionista, que firmaba con el seudónimo d’Agostini, junto a Sempé como dibujante. Goscinny, creador, asimismo, de las historias de Astérix y Obélix y Lucky Luke, sería en 1959 cofundador y director de la revista semanal Pilote, que, editada por Dargaud, publicaría su último número en 1989.

En paralelo con las aventuras del pequeño colegial, que se recopilaronn por primera vez en 1960, Sempé colaboraba con numerosas revistas, empezando a trabajar para Paris Match en 1956. Tras un primer álbum de dibujos de 1962, titulado Rien n’est simple, se sucederían una treintena de obras maestras del humor que aportaban una visión irónica y tierna a la vez de un mundo y de una época. Entre sus otras creaciones podrían destacarse Monsieur Lambert (1965) o Marcellin el calvo (1969). En 1979 publicó Les musiciens, un libro sin palabras dedicado a la música y a sus intérpretes mezclando el color con el blanco y negro. Merece la pena destacar sus Insondables mystères, ya en los 90, o las entrañables historias de Raoul Taburin, un mecánico de bicicletas que más tarde protagonizaría una película de 2018 dirigida por Pierre Godeau.

Los dibujos de Sempé serían publicados en revistas internacionales como Cristal, Triunfo, Punch o Die Woche, entre otras. En 2009, publicó Contes de chats junto a la actriz, poeta y cantautora Brigitte Fontaine.

Volviendo al personaje de Le petit Nicolas, diremos que es un niño que, travieso e inquieto por naturaleza, como todos los niños y niñas de su edad que se precien, es buen hijo, buen compañero, y cultiva valores como la amistad, el respeto a sus mayores y un particular sentido de la justicia y la equidad.

Tiene grandes y variados amigos, cada uno con su peculiar manera de ser y de estar —Alcestes, Agnan, Clotario, Maria, Eduvigis…—. Su especial sensibilidad lo hace una figura entrañable, mostrándonos y demostrándonos que las cosas son más sencillas de lo que parecen y de que los pequeños momentos de felicidad deben valorarse y disfrutarse por más que los tiempos arrecien.

Jean-Jacques Sempé falleció el 11 de agosto de 2022, en Ampus, departamento de Var, al sudeste de Francia. Fue enterrado en el cementerio de Montparnasse.

Eterno perfeccionista y trabajador infatigable, una semana antes de su fallecimiento, a los casi noventa años, publicó su último dibujo en Paris Match, su revista de casi toda la vida.

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