EL PISITO: UN RETRATO DE ÉPOCA

Por: Tomás Sánchez Rubio

En la ciudad de Caserta, cuna de próceres de sangre real situada en la región italiana de Campania, a unos 40 kilómetros al norte de Nápoles, nace durante la segunda mitad del siglo XIX Luis Apruzzese. En 1898 este luthier, especializado en la construcción de lo que se conocería como organillos, emigró a España junto a su hermano Gerardo, estableciéndose ambos primero en Salamanca, como reparadores de pianos, y luego en Madrid, siguiendo las recomendaciones del gran compositor y director de orquesta Tomás Bretón. En esta última se dedicaron a la construcción de organillos, en su fábrica del número 4 de la plazuela de la Costanilla de San Andrés. A día de hoy se considera a los Apruzzese los introductores, en la capital de España, del mencionado instrumento, cuya melodía inconfundible y entrañable se convertirá en una de sus castizas señas de identidad. El caso es que Luis acabará independizándose de su hermano y se establecerá en la calle de Luzón, donde, el 2 de mayo de 1906, nacería su hijo Antonio, continuador de la tradición familiar.

Fallecido en 1995, Antonio Apruzzese Martín fue compositor, constructor, afinador e intérprete de organillo, acompañante habitual del popular chotis en las noches de verbena, mantón y parpusa, de mozas y chulapos en edad y actitud de merecer. A lo largo de su carrera, Antonio grabaría con su organillo numerosos discos, asimismo, de zarzuelas y pasodobles; además, su música aparecería como fondo en películas de las décadas de 1950 a 1970. Tal es el caso de El pisito, donde interpretaba piezas del músico Federico Contreras Ferrer (1907-1999), quien fuera primer alumno del maestro José Cubiles, y que compondría asimismo las bandas sonoras de Manolo, guardia urbano, El tigre de Chamberí, Los ladrones somos gente honrada, El gafe, o Recluta con niño, entre otras cintas españolas del momento.

Las melodías de Contreras y Apruzzese le proporcionan a El pisito el complemento idóneo al retrato magistral de una época y de unas existencias que transcurrían en un Madrid y una España donde se vivía ─y se sobrevivía─ a golpe de empleo precario y de realquiler, algo quizá no tan distinto de nuestros días; de una sociedad de víctimas y de tunantes, de gente que, a pesar de todo, se ilusionaba, que esperaba un milagro sin demasiada fe, que remendaba su ropa y su corazón cada amanecer, que comía caliente esperando seguir haciéndolo mañana, siempre mañana…

El argumento de El pisito, comedia negra estrenada el 15 de junio de 1959, puede resumirse como sigue: En el Madrid de finales de los cincuenta, Rodolfo (José Luis López Vázquez) y Petrita (Mary Carrillo) llevan doce años de novios. Para casarse necesitan un piso donde vivir, pero, con los bajos ingresos de él, no les es posible. Esto crea, sobre todo en ella, un fuerte sentimiento de hastío y frustración, ya que se ve obligada a vivir con su hermana (María Luisa Ponte) en una casa comunitaria. Rodolfo, por otra parte, es un realquilado de la anciana doña Martina (Concha López Silva), cuyo casero, el hipocondriaco Luisito (Marco Ferreri), a su vez, está deseando que esta dé por terminados sus días para poder derribar el edificio. La ya madura pareja acabará tomando una drástica decisión: Rodolfo, resignado, se casará con doña Martina para heredar el contrato de alquiler. Tras la ceremonia, la anciana vivirá dos años más. Finalmente fallece y Adolfo y Petrita ven cumplido su objetivo ─más que su sueño─. No obstante, la desilusión y la tristeza comenzarán definiendo su nueva vida.

La película se rodó íntegramente en Madrid, utilizándose varias ubicaciones de la ciudad, incluyendo calles, locales, cafés y mercados. Algunos lugares específicos donde se filmaron escenas fueron el Pasaje del Comercio, la Plaza de los Mostenses, la Plaza de la Cebada, la calle García Molinas, García Noblejas, la Gran Vía, el café Marlin o las míticas Cuevas de Sésamo en la calle del Príncipe. Además, el distrito San Blas-Canillejas aparecerá también, mostrando la imagen de los primeros tranvías llegando a la zona, como muestra de los nuevos barrios, con bloques residenciales que poco a poco vendrían a sustituir a las chabolas de la periferia. Los interiores pertenecerían a los Estudios Cinearte en la Plaza del Conde de Barajas, número 5.

La realista y “tremenda” representación de la cotidianidad madrileña, trasunto de la del país, nos retrotrae a una época que muchos reconocerán, bien por haberla vivido; bien por haber escuchado hablar de ella a padres y abuelos. Era la España de la penuria económica, del Pelargón (que no todas las familias podían permitirse), de los vinos quinados aptos para niños y adultos ─en el filme aparece el Santa Catalina─, de los bloques de hielo para las neveras, los mutilados de la guerra y los embargos de muebles; también de los diteros, las primeras palomitas de maíz o las tardes de paseo, cine o baile. El pisito es la crónica de unos tiempos que reflejan, asimismo, otras películas, cintas de humor amargo y mordaz, irónico, sí, pero muy real en referencia a lo que acontecía en España a mediados del siglo XX.

Respecto a la génesis de esta genial producción española, debemos resaltar que surgiría a raíz del feliz encuentro de dos talentos singulares, el cineasta italiano Marco Ferreri y el escritor riojano Rafael Azcona, dos debutantes ─el primero como director, el segundo como guionista─, capaces de construir en 75 minutos de metraje una de las comedias más agudas del cine español, obra maestra del realismo crítico. La siguiente obra del tándem Azcona-Ferreri sería El cochecito (1960), que protagonizaría el gran Pepe Isbert, y que no hará más que consolidar la carrera de ambos.

Debemos señalar que, como codirector de la cinta, aparecerá acreditado el deportista y realizador barcelonés Isidoro Martínez Ferry, pero solamente por exigencias legales.

El caso es que director y guionista llegaron a ser dos figuras imprescindibles del panorama cinematográfico y artístico de la época, mereciendo la pena recordar algunas notas biográficas de uno y de otro.

Marco Ferreri nació en Milán en 1928, falleciendo en París en 1997. Entraría en contacto con el mundo del cine cuando estudiaba veterinaria y trabajaba a la vez para una empresa de licores. Esto segundo precisamente lo llevó a convertirse en realizador de los spots publicitarios de la bebida que él representaba, y de ahí, asociado con el guionista y teórico del neorrealismo Cesare Zavattini, dar el salto como director. Decidido a dedicar su vida al cine, fundó en 1952, junto a Ricardo Ghione, una efímera revista audiovisual llamada Documento mensile, en la que colaboraron Vittorio de Sica o Luchino Visconti, pero que no prosperaría, como tampoco lo hicieron los largometrajes en los que se implicó como productor. Más adelante encontraría trabajo dentro del mundo de la óptica y llegó a España como representante de las lentes Totalscope, la versión italiana de los Cinemascope americanos, instalándose en Madrid en 1956. A partir de ese momento, emprendería en nuestro país una carrera bien fructífera, antes de su vuelta a Italia. En la capital de España, conoció a Rafael Azcona, en la época en que este trabajaba en la revista La Codorniz, dirigida entonces por el gran Álvaro de Laiglesia, y con él inició una estrecha colaboración que duraría treinta años y diecisiete películas. Tras varios intentos frustrados —debido a la censura— de llevar al cine novelas de Azcona, consiguieron finalmente realizar El pisito y El cochecito, adaptaciones de dos obras homónimas del escritor. Entre ambas, Ferreri rodaría Los chicos, protagonizada por María Luisa Ponte y Adriano Rimoldi, segunda cinta de la llamada trilogía madrileña de Ferreri, con guion de Leonardo Martín, conocido por historias tan dispares como las de Calabuch, Zampo y yo o Cuando tú no estás. Merece la pena destacar que en los 70 el realizador milanés alcanzaría de nuevo la cumbre con La grande bouffe, producción franco-italiana con guion también de Rafael Azcona. Si bien esta cinta provocó un notable revuelo que dividió tanto a la crítica como al público, acabó, no obstante, por convertirse en una película de culto.

Respecto a Rafael Azcona, añadiremos a lo dicho hasta ahora que, nacido en Logroño en 1926, y fallecido en Madrid en 2008, se consideraba escritor por encima de todo. Poeta, narrador y humorista gráfico antes que genial guionista, dio sus primeros pasos como creador de novelas en la capital riojana. En Madrid se integró en el equipo de la revista humorística La Codorniz, al lado de Tono, Miguel Mihura, Edgar Neville y Conchita Montes. Se especializa en el humor negro con ciertos toques costumbristas, siendo el creador del personaje conocido por “El repelente niño Vicente”, que poco después convertirá en libro. En 1957 publica su novela El pisito, en el que se basaría la película que hoy tratamos. El propio Azcona se encargó de la adaptación. De la novela, amena, entretenida, deliciosa en su crudeza, escribió tres versiones: la primera, la de 1957; la segunda, la adaptación para el cine, de 1959, siendo la tercera una revisión de la versión cinematográfica, de 1999. Es esta última la que se recoge en la magnífica edición de Cátedra —a la que aludo al final de este artículo—. Como es habitual en la colección Letras Hispánicas de esta editorial, la introducción es completa y rigurosa. En ella encontramos una semblanza del autor y de toda su obra, no solo de El pisito. Aparte, los cambios, añadidos u omisiones importantes que se dan en la tercera versión respecto de la primera se señalan en notas a pie de página.

Azcona intervendrá en los guiones de otras obras maestras como Plácido (1961)o El verdugo (1963), ambas dirigidas por Luis García Berlanga. Su novela Los muertos no se tocan, nene, que no pudo estrenarse en su momento por problemas con la censura,fue llevada a la gran pantalla en 2011 por José Luis García Sánchez y David Trueba.

Volviendo a la película, el elenco de actores es más que notable, comenzando por la pareja protagonista formada por dos intérpretes ya consagrados entonces, tanto en el teatro como en el cine, Mary Carrillo —nombre artístico de María Carrillo Moreno— y José Luis López Vázquez. La actuación de ambos es sencillamente soberbia; no obstante, debemos subrayar el papel de la primera, con esa escena, tan significativa dentro de la trama, donde no puede reprimir las lágrimas cuando está bailando con su pareja en un conocido local de diversión de la época. La actriz no deja de recordarme en físico y actitudes a la gran Giulietta Masina, que, dos años antes, interpretara Las noches de Cabiria, cinta que ganaría el Óscar a la mejor película extranjera. Destaca, asimismo, el papel de la veterana Concha López Silva —que pasaba ya de los setenta años de edad— en el expresivo y entrañable papel de doña Martina. Con ella había coincidido por primera vez López Vázquez en María Fernanda, la jerezana, de 1947. Acompañaban, por otra parte, la siempre solvente María Luisa Ponte o una joven y característica Chus Lampreave, entre otros acreditados secundarios.

Respecto a la faceta técnica, destaca Francisco Sempere en la fotografía. Como director de producción mencionaremos a José Manuel M. Herrero.

Terminando este modesto artículo como empezó, quiero hacer referencia a la banda sonora de la película, destacando la pieza de jazz compuesta e interpretada por el conjunto Blue Stars, que se superpone a los créditos iniciales, así como los fragmentos de música de baile, como el Danubio Azul, interpretado por la orquesta de Olga, enteramente femenina.

Entre los galardones conseguidos por el filme, destacan el Premio FIPRESCIy la Mención Especial del Juradoen el XI Festival Internacional de Cine de Locarno; así como el Premio a la Mejor actriz principal (Mary Carrillo) del Círculo de Escritores Cinematográficos, o bien el Jimeno a la Mejor Dirección. 

Para un conocimiento más profundo del tema, os recomiendo:

Azcona, Rafael: El pisito. Novela de amor e inquilinato. Ed. Cátedra, 2015. Edición de Juan A. Ríos Carratalá.

https://encadenados.org/otros-articulos/el-pisito-1959-de-marco-ferreri

https//www.rtve.es/televisión/imprescindibles/rafael-azcona/

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *