Por: Tomás Sánchez Rubio

Santorcaz es un municipio de la Comunidad de Madrid situado a 50 km de la capital y frontero a la provincia de Guadalajara. Su censo no llega a los mil habitantes. Destacan en la localidad los restos del castillo de Torremocha, residencia de verano de arzobispos y encierro de reos ilustres, como Ana de Mendoza ─famosa por su título de princesa de Éboli─ o el cardenal Cisneros, dos veces regente de la Corona de Castilla. Torcatos ─gentilicio del lugar─ célebres fueron el pintor barroco Juan de Arellano y la monja poeta, también del XVII, Catalina de Jesús y San Francisco, conocida en el mundo como Catalina García Fernández.
En Santorcaz se rodaría, durante la primera mitad de los años 70 del pasado siglo, la exitosa serie televisiva Crónicas de un pueblo. En la ficción, tomaría el nombre de Puebla Nueva del Rey Sancho, denominación esta aplicable a cuatro monarcas castellanos.
El argumento de la serie giraba en torno a la vida cotidiana de un pueblo. Se relataba una epopeya colectiva formada por las historias individuales y cotidianas de sus habitantes; una cotidianidad no siempre fácil, como no lo es la vida misma, sea la época que sea. El cartero, el cura, el alcalde, el maestro, el cabo de la guardia civil o la boticaria eran algunos de sus personajes, quienes representaban a las “fuerzas vivas” locales de aquellos años en cualquier pequeña localidad de nuestro país. Junto a ellos, también destacaba en la serie la figura del forastero, un personaje tal vez misterioso, de quien pensaban que podía alterar el orden y la tranquilidad diaria del pueblo. En suma, Puebla Nueva no se trataba simplemente de una decoración en cartón piedra, sino de un ente vivo y plenamente identificable con otras comunidades de la España de la época.
La serie comenzó a emitirse el domingo 18 de julio de 1971 y continuaría en antena, con un éxito indiscutible, hasta el jueves 14 de febrero de 1974. Sumaría un total de ciento trece episodios de aproximadamente media hora cada uno. En ese tiempo, se alzaría con una Antena de Oro (1971), un Premio Ondas (1972) o un TP de Oro (1972).
Como curiosidad, diremos que la característica sintonía que abría cada semana la serie ─y que era la misma del magazine Protagonistas, dirigido por Luis del Olmo─, no era ni más ni menos que la versión instrumental de la canción, compuesta por Cliff Richards y su grupo The Shadows, I Could Easily Fall (In Love With You), incluida en el álbum Aladdin and His Wonderful Lamp (1964).
Pocos días antes del estreno televisivo de Crónicas de un pueblo, daba por finalizada su emisión en la segunda cadena ─o UHF─ una serie entrañable, La tía de Ambrosio, que narraba, en once capítulos de 25 minutos cada uno, la peculiar y no siempre fácil relación entre un solterón empedernido y su tía Patro. La pareja protagonista estaba interpretada por el gran Luis Morris y por la ya veterana actriz Rafael Aparicio, cuyo papel en La casa de los Martínez, junto a Florinda Chico, le había proporcionado una gran popularidad.

En cuanto a producciones extranjeras, en aquellos días de verano iba llegando a su fin Mis adorables sobrinos (en inglés, Family Affair), serie de factura estadounidense protagonizada por Brian Keith y Sebastian Cabot. El argumento giraba en torno a tres hermanos que, huérfanos tras la muerte de sus padres en accidente, quedan a cargo de su tío de Nueva York, Bill Davis, un ingeniero soltero que decide adoptarlos y llevárselos consigo a vivir a su lujoso apartamento.
En cuanto a las circunstancias que rodearon la génesis de Crónicas de un pueblo, diremos que el almirante Luis Carrero Blanco, vicepresidente del gobierno y ministro subsecretario de la Presidencia del Gobierno, propuso a Adolfo Suárez, director general de Radiodifusión y Televisión de 1969 a 1973, que crease un espacio, “de función educativa”, que divulgara de alguna manera el contenido de las bases sobre los que se asentaba el régimen político en aquel momento, como eran el Fuero de los españoles o el Fuero del trabajo. No obstante, la serie desbordó esos propósitos iniciales, adquiriendo una inusitada popularidad en virtud de un notable elenco de actores, curiosos guiones y una magnífica dirección a cargo de un precoz y genial realizador: Antonio Mercero Juldain.
Antonio Mercero, nacido en Lasarte en 1936, comenzaba en aquellos momentos su fecunda carrera en la televisión pública, siguiéndole a Crónicas de un pueblo un rosario de éxitos memorables: Este señor de negro (1975-1976), Verano azul (1981-1982), Turno de oficio (1986-1987) … Posteriormente, trabajaría para las cadenas privadas con proyectos igualmente populares como Farmacia de guardia (1991-1995) o Manolito Gafotas (2004), basado en el famoso personaje de Elvira Lindo. Por otro lado, no podemos olvidar su realización de La cabina, premiado telefilme estrenado en televisión el 13 de diciembre de 1972. Protagonizado por José Luis López Vázquez y coescrito con José Luis Garci, el conocido mediometraje, calificado como parábola kafkiana, consiguió un Premio Emmy Internacional a la mejor película, así como un Fotogramas de Plata al mejor intérprete de televisión. Diez años antes, Mercero ya había sido ampliamente reconocido por su original cortometraje Lección de arte, que consiguiría una Concha de Oro, el Premio Perla del Cantábrico o la Medalla del Círculo de Escritores Cinematográficos.
Como hemos comentado anteriormente, el éxito de Crónicas de un pueblo, auténtico cuadro costumbrista de carácter neorrealista y caracterizado por un fino sentido del humor, se debió buena parte a un reparto excepcional, si bien hay que decir que el número de mujeres en papeles protagonistas era muy escaso: María Nevado, que posteriormente aparecería tan solo en la comedia musical ¡Qué cosas tiene el amor!, junto al cantante Peret, encarnaba a Marta, boticaria y concejala ─casada posteriormente con el alcalde─; por otro lado, la niña Esther Dobarro, que aparecería posteriormente en algún capítulo de Estudio 1, representaba a María, la hija del cartero Braulio.

Sobresaldrían en la serie, entre otras, las interpretaciones de Emilio Rodríguez, en el papel de Don Antonio, el maestro; Fernando Cebrián, como el alcalde, o Xan das Bolas, como Camilo, el pastor y barrendero. Emilio García, Pablo Miyar y José Miguel Aguado, encarnaban a los niños Juanito ─hijo de Dionisio, el conductor de autobús─, Manolo y Angelito, respectivamente. Cabe resaltar las apariciones esporádicas de Paco Marsó y Arturo López, en el papel de médicos; la del conocido Francisco Javier Martín “Blaki”, interpretando al secretario del Ayuntamiento; o bien la del propio Antonio Mercero, como Don Feliciano, el cura.
Quisiera, por mi parte, hacer una mención especial al actor Jesús Guzmán, quien encarnaba al popular, casi mítico, cartero Braulio. Tanto el personaje como la persona que lo interpretaba se hicieron especialmente entrañables y muy queridos para los televidentes de todas las edades. En 1972 su papel lo hizo merecedor de la Medalla de Plata de la Orden del Mérito Postal.
Jesús Guzmán Gareta, fallecido recientemente a la edad de noventa y siete años, había nacido en Madrid en el seno de una familia de artistas, siendo hijo del actor Rafael Guzmán y de la actriz sevillana Aurora Gareta. En Barcelona, donde pasaría su infancia, debuta dentro de la compañía teatral de sus padres, en la obra Pasión y muerte de Jesús. Era el año 1935. A partir de entonces, tanto en España como en Hispanoamérica, representaría multitud de papeles dramáticos. Casado ya con la actriz, y también hija de actores, Elena García Gil, hace su debut en el cine con Manolo, guardia urbano (1956), cinta dirigida por Rafael J. Salvia. Le seguirían un considerable número de películas: Atraco a las tres, La gran familia, Sor Citroën… Como actor de registro cómico, aparecería en frecuentes spaghetti westerns. Llegó a tener en el barrio madrileño de Carabanchel un popular teatro de guiñol. Tras su éxito en Crónicas de un pueblo, su trayectoria posterior se centró sobre todo en la televisión y en el teatro, fundando su propia compañía y llevando a cabo, asimismo, incursiones en el género de la revista. Su último papel en el cine tuvo lugar con Amalia en el otoño (2021), junto a María José Alfonso, Máximo Valverde y Manolo Zarzo. En la pequeña pantalla, intervendría con frecuencia en series como Farmacia de guardia, Colegio Mayor o Aída. En los últimos años pudo vérsele en algún episodio del show televisivo La hora de José Mota.
En julio de 2021, con motivo de la celebración de los homenajes del L aniversario del inicio de la serie Crónicas de un pueblo, el actor acudió a Santorcaz, donde fue objeto de un emotivo y más que merecido homenaje. El Salón de actos del municipio lleva desde entonces su nombre.