Por: José María Herranz Contreras

Hay libros que nos impactan por la construcción impecable de su estructura poética, y hay libros que nos conmueven igualmente por su mensaje directo, claro y sin ambages escrito en el lenguaje del corazón. Sol Cerrato Rubio construye con este poemario un panegírico a la alegría, como principio y motor que debe sostener nuestras vidas.
En esta tercera entrega de su quehacer poético (ya publicó previamente “Vida” y “Finalmente observo el anidado canto de las alondras”), Sol Cerrato construye un canto al amor distribuido en cuatro partes: Invierno, Primavera, Verano y Otoño. Abre el libro un poema en el que explica el porqué de su tarea: atrapar los instantes de felicidad para burlar el paso del tiempo. Quizás eso sea lo que nos hace más humanos, porque la gratuidad de la vida y la existencia –que reflejan una gratuidad del amor cósmico, universal- nos recuerdan en estos poemas que por el mero hecho de estar vivos en el mundo, ya tenemos derecho a la felicidad.

Y son precisamente estos conceptos, el amor, la alegría y la felicidad, los que orbitan levantando el edificio del poema, constantemente repetido a lo largo de las cuatro estaciones de este nuestro planeta Tierra –tan maltratado, como denuncia la autora-, siendo el amor precisamente el eje vertebral de todo el lirismo sencillo que impregna este librito. Ya que la sencillez no está reñida con la profundidad, y la poesía se encuentra en las cosas reconocibles por el corazón, independientemente de nuestra raza, creencias, gustos o nuestro origen. Ahí radica la belleza de la vida, en ese reconocimiento de la existencia como hogar de la alegría:
“Defender la alegría … Defenderla con las uñas y los dientes apretados, como el mayor de los tesoros jamás hallado en las profundidades de una órbita lejana.”
Pareciera que la alegría es un territorio vetado a la mayoría de nosotros por nuestro empecinamiento en aferrar el dolor y el sufrimiento, de forma extraña. El amor sirve a la autora para reivindicar la alegría y alejar los males del mundo; y lo hace a través de la figura de un amante ya perdido, evocando su cuerpo, su figura, el tiempo compartido que ya no volverá y al que sin embargo la voz poética no se aferra –aunque a veces añore su recuerdo:
“Veo tu alma que sufre como la mía. Soltar los pensamientos oscuros. … Sacudir el polvo sobrante de las tristezas y desproveer de razones al apego.”
Esta desafectación del apego impregna muchos de los poemas de este libro, ya que para poder vivir la alegría en plenitud es necesario abrazar el presente y por tanto no aferrar –ni pretenderlo- lo que ya fue vivido y debe ser abandonado:
“Dejemos que los recuerdos se reinventen a sí mismos. Esquivemos los patrones erróneos de otros tiempos.”
El amor del amante perdido vertebra el texto completo y tal como dice el poema que otorga el título al libro:
“Fui el equilibrio en la cuerda de un trapecista. Viví en la armonía de un verso. Soñé con la alianza estelar de los movimientos. Claudiqué mis más profundos apegos. Puse tregua a mis guerras subterráneas. La vía láctea en tu cristalina mirada de color esmeralda.”

Amor, por tanto, el que se vivió con el amante, y que sirve de excusa argumental para levantar los poemas de las cuatro secciones en que se divide el libro: Invierno, que evoca la oscuridad y la tormenta del pasado, la tristeza de la enfermedad y la muerte en la pandemia reciente, la denuncia de “la manada” o “la tribu” en su comportamiento violento y depredador contra los débiles, y la llamada a la esperanza de un nuevo ciclo en el eterno repetir de las estaciones; la Primavera, tiempo de esperanza y renacer para todos, y también para el amor, un amor más limpio y alejado del dolor y la oscuridad del pasado, un elogio de la serenidad en el poema “ATARAXIA” como así señalaban los filósofos griegos, una defensa del papel de las mujeres, tan silenciado y violentado en la historia humana, y una profunda compasión por los episodios violentos de las guerras y la maldad y crueldad humanas que se ceban siempre en las víctimas más débiles y vulnerables –el amor, de nuevo, en su forma compasiva, como motor-; el Verano, tiempo de plenitud, alegría y disfrute de los dones gratuitos que la vida nos brinda, se desgrana en un conjunto de luminosos poemas, siendo en esta parte donde se encuentra uno de los poemas centrales del libro titulado “DEFENDER LA ALEGRÍA”, y existiendo también versos para la denuncia social y la conciencia (las muertes de los migrantes en las pateras, los incendios apocalípticos de los bosques producidos por el cambio climático, las agresiones a las mujeres y a las personas LGTB); y cerrando el libro la última parte del Otoño, lugar poético de reflexión, reelaboración de las experiencias vividas en el pasado con el amante y de nuevo evitar todo intento de aferrarse a lo que fue y ya no es, además de tres poemas que considero centrales en la temática del libro, como son “YO TAMBIÉN TENGO UN SUEÑO”, “VIVIR” y “YA NO SÉ”, que retoman de nuevo la aceptación plena de la vida tal y como es, así como la vindicación imperturbable de la alegría como derecho inquebrantable de todos nosotros.
“Ya no sé si las orillas de tus días han venido a buscarme. … Ahora las horas no tienen la misma intensidad, color y sonoridad. Pasan despacio frente a mis ojos aletargados. Pero si algo tengo claro es que una nueva estrella está naciendo en los confines de la Vía láctea.”
Mención especial merece el poemita titulado “AL OTRO LADO DE LA ECUACIÓN” que me ha parecido muy original en su construcción, sencillo y potente en su mensaje, y que nos demuestra que el lirismo se encuentra también en los lugares más insospechados.
El libro se completa con tres códigos QR al pie de algunos de sus poemas que nos permiten escuchar en la voz de la autora los mismos, en un guiño –como ella dice en el prólogo- a las nuevas tecnologías.
Quizá la vida sea caótica –como se señala en algunos versos-, absurda a veces, contradictoria, y los comportamientos humanos sigan siendo malvados y crueles en las guerras y dictaduras, y nos hayan llevado a destruir nuestro propio hogar –los bosques, los océanos, la atmósfera- y estemos cavando nuestra tumba como especie, pero lo que este libro modestamente prescribe y receta como solución poética es el amor y la alegría, y que debemos alejarnos del dolor, el resentimiento, el odio y el rencor, ya que la vida continúa en su eterno transcurrir y todos tenemos un derecho inalienable a la felicidad.

LA VÍA LÁCTEA EN TU MIRADA, de Sol Cerrato Rubio.
Los libros del Mississippi. Colección Growl, nº 12.
Madrid, 2023.
ISBN: 978-84-125464-8-4