UNA MAESTRA LLAMADA ÁNGELA RUIZ

Por: Tomás Sánchez Rubio

El logroñés Manuel Jalón Corominas, además de ingeniero aeronáutico y oficial del Ejército del Aire en la Base de Zaragoza, ciudad en la que fallecería en 2011, fue un genial inventor. En 1964 creó un modelo de jeringuilla desechable, patentando, nueve años más tarde, la popular fregona. Con este artefacto se evitaba que quien tuviera que limpiar el suelo se viera obligado u obligada a hacerlo de rodillas. En 1959, el diseñador industrial Gabriel Lluelles Rabadà, de Barcelona, inventó la minipimer, ingenio cuyos derechos compró rápidamente la empresa alemana Braun, encargándose de distribuirlo por todo el continente. Aquel mismo año, el también barcelonés Enric Bernat, confitero, se encargó de viajar por todo el mundo llevando un caramelo pegado a un logo de Salvador Dalí: el chupa-chups. Asimismo, en 1959, la zaragozana Celia Sánchez-Ramos inventó un sistema para autentificar la identidad a través del reconocimiento de la córnea; un método de seguridad biométrica de uso pronto habitual en oficinas, bancos, hoteles y empresas de toda clase.

Con anterioridad, en 1937, el coruñés Alejandro Finisterre patentaría el futbolín. Poeta y hombre de recursos, luchó en la guerra civil, y, preocupado por la imposibilidad de los heridos para jugar al balompié, había ideado tan fantástico juego de mesa. Antes incluso, a principios de los 30, María del Carmen Ortiz de Arce, más conocida por Sor Perboire, maestra de la Casa de la Caridad de Barcelona, había creado un original y necesario sistema de lectoescritura. Consistía en una regleta con un punzón que permitía a los invidentes escribir en braille, facilitando así el trazo de caracteres con relieve y detectables al tacto.

¿Y qué decir de Concepción Aleixandre-Ballester? Doctora en ginecología nacida en Valencia en 1862, ideó un dispositivo con dos pesarios mecánicos en forma de anillo. Debido a su flexibilidad, podían adaptarse fácilmente a la vagina de la mujer. Su función, fortalecer el suelo pélvico.

A los anteriormente mencionados, añadiremos a los conocidos murcianos Juan de la Cierva y Codorniu e Isaac Peral. El primero, ingeniero, aviador y político, inventó en 1920 el autogiro, precursor del helicóptero; el segundo, realizó en acero inoxidable en 1888 un submarino más resistente a la profundidad marina que el que ideara en madera, en 1859, el catalán Narciso Monturiol…

A esta lista, que, por un lado, resulta manifiestamente incompleta, y que, por otro, desmentiría algún que otro tópico sobre la capacidad de trabajo e inventiva de los hombres y mujeres de nuestro país, deseo en este modesto artículo de hoy, añadir el nombre de una persona excepcional y nunca lo suficientemente reconocida: se trata de Ángela Ruiz Robles, docente de vocación, prolífica escritora e inventora de una enciclopedia mecánica que bien podría considerarse como el primer libro de la historia, adelantándose en veinte años al dispositivo diseñado en 1971 por el Michael Hart ─empresario y filántropo estadounidense conocido por ser el fundador del Proyecto Gutenberg ─, y en más de medio siglo a los actuales e-books.

Ángela Ruiz Robles nació en Villamanín, municipio de León, un 28 de marzo de 1895, pocos días después de que los hermanos Auguste y Louis Lumière presentaran su invento, al que llamaron “cinematógrafo”, en la Société d’Encouragement pour l’Industrie Nationale de París. Fallecería en Ferrol, el 27 de octubre de 1975, declarado precisamente Año Internacional de la Mujer por la Organización de las Naciones Unidas, tras la celebración en México, meses antes, de la I Conferencia Mundial sobre la Mujer

Hija de Elena Robles, ama de casa, y del farmacéutico Feliciano Ruiz, Ángela realizó estudios superiores en la Escuela de Magisterio de León, donde impartió sus primeras clases de taquigrafía, mecanografía y contabilidad mercantil entre 1915 y 1916. En este año ya concibió su primera invención: un sistema taquigráfico perfeccionado y desarrollado por su creadora en la década de 1940. En 1917, fue nombrada maestra y directora de la escuela de La Pola de Gordón, a orillas del río Bernesga (León) por acuerdo unánime de su junta municipal. Un año después, se desplazó a la pequeña aldea coruñesa de Santa Uxía de Mandiá, cercana a Ferrol, tras ganar una plaza de maestra en las correspondientes oposiciones al Magisterio Nacional.

A lo largo de su trayectoria profesional, Ruiz Robles se caracterizó por una vocación innovadora y comprometida con su alumnado y con la comunidad, pero a la vez por un espíritu eminentemente práctico, dando una gran importancia a la enseñanza de idiomas, al aprendizaje intuitivo o al uso de ilustraciones y esquemas. Emprendedora y avanzada a su tiempo, el alcalde Uxía llegó a amonestarla por montar a caballo a horcajadas, postura que entonces se veía “poco decorosa” en una mujer, y más aún, tratándose de una maestra. Igualmente, Doña Angelita ─como se la llamaba cariñosamente─, tras finalizar su jornada laboral, iba a las casas de algunos convecinos, mayoritariamente analfabetos, para darles clases particulares sin remuneración alguna. Toda aquella dedicación quedó reconocida en 1925, cuando el pueblo le hizo un homenaje público. En 1928, se trasladó a Ferrol. En 1934, fue nombrada gerenta de la Escuela Nacional de Niñas en el Hospicio de la ciudad, institución encargada de integrar socialmente a la infancia abandonada a través de la instrucción primaria, la educación musical y la formación en algún oficio.

Entre 1938 y 1970, nuestra autora publicó dieciséis libros de texto sobre diversas materias como ortografía, taquigrafía, mecanografía, gramática, historia y geografía. En dos de ellos, editados en 1938 y 1941, describía un sistema taquigráfico con el que escribir y traducir de manera más veloz gracias a una máquina con nuevos signos y caracteres enlazados de modo sencillo y sistemático. Tal sistema podía implementarse en cualquier idioma, incluido el esperanto, lengua artificial creada como idioma universal en 1887 por el médico polaco Ludwik Zamenhof, y que ella misma conocía.

En 1945, Ángela logró un destino en el Instituto Ibáñez Martín de la ciudad ferrolana, del que llegó a ser su directora durante diez cursos. Al mismo tiempo, daba clases gratuitas nocturnas en la Escuela de San José Obrero (integrada por alumnado procedente de los astilleros). También fundó la Academia Elmaca ─denominada así a partir de las iniciales de los nombres de sus tres hijas─.

En 1949, registró su primera patente bajo el título de “Procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros”. Se trataba de que las lecciones de cada materia estuviesen separadas y dispuestas en diversas placas u hojas que, al ser accionadas mediante unos sencillos pulsadores, se elevarían ─mecánicamente o por aire comprimido─ hasta mostrarse al alumno a través de una pantalla de plexiglás transparente y con capacidad de aumento. El aparato también tenía previsto que la página, al mostrarse, se iluminara mediante un pulsador eléctrico a una bombilla o bien mediante fosforescencia. Al ser un invento dirigido a niños y niñas, la inventora buscaba que fuera manejable, ni pesado ni voluminoso; por ello debía ser construido con materiales ligeros (plástico, cartulina…)

A partir de ahí, Ruiz Robles intentó materializar su enciclopedia mecánica, aunque sin éxito, debido a lo costoso de la inversión y al escaso apoyo de las autoridades educativas. En 1962 decidió registrarla bajo patente con el título “Aparato para lecturas y ejercicios diversos”. La idea suponía una simplificación del proyecto original. Aquel año, en los talleres del Parque de Artillería de Ferrol, llegó a ser construido un prototipo, hecho en bronce, madera y zinc, con unas dimensiones de 24 cm. de alto por 22 de ancho y 6 de fondo, pesando en total menos de 5 kg. Sin embargo, nuevamente los altos costes de producción impidieron su difusión comercial. En 1970, Ruiz Robles tuvo una propuesta para explotar económicamente su invento en los Estados Unidos, pero la rechazó al querer que los beneficiarios fuesen exclusivamente los españoles. Un año después, la compañía Instituto Técnico de Especialistas en Mecánica Aplicada, S. A. (ITEMASA) se interesó por la enciclopedia y realizó un plan de viabilidad que preveía la fabricación de 10.000 unidades en acero y plástico, cada una con un peso de 150 gramos y a un precio entre 50 y 75 pesetas, asequible a todas las familias. No obstante, una vez más, la cantidad de dinero (100.000 pesetas) que la inventora debía desembolsar escapaba a sus posibilidades.

En su interés por la investigación pedagógica, Ruiz Robles había publicado en 1958 el Atlas Científico Gramatical, un avanzado libro de texto guiado por las ideas del aprendizaje significativo como conjunto de relaciones, así como del autoaprendizaje como construcción de la estructura del conocimiento por parte el alumno, muy en la línea de las tesis psicológicas del soviético Lev Vygotski y del suizo Jean Piaget.

Como no podía ser de otro modo, y a pesar de las limitaciones impuestas a su ingenio, Ángela Ruiz fue galardonada en vida por sus méritos, en diversas ocasiones, dentro y fuera de España: Medalla de Oro y Diploma en la Exposición Nacional de Inventores (1952), Lazo de la Orden de Alfonso X el Sabio (1956), Óscar a la Invención en la Feria de Zaragoza (1957), Medallas de Bronce (1957 y 1958) y de Plata (1963) en la Exposición Internacional de Inventores de Bruselas, Medalla de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1964), del Salón Internacional de Inventores de Ginebra (1970) y del Salón de la Inventiva de Madrid (1970). Fue nombrada gestora delegada de la Agrupación Sindical de Inventores Españoles (1959) y jefa provincial de la Federación Politécnica Científica de Inventiva Internacional (1973).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *