UN MUNDO HERIDO

Por: Kepa Murua


El hombre ha necesitado dar mil vueltas sobre sí mismo para descubrir, después del eterno aburrimiento que depara la conclusión de las cosas más necias o los hechos repetidos, que la sociedad, pese a la historia, no se ha movido tanto de sitio como parece. Digamos que el lugar es otro, pero que los problemas siguen siendo los mismos. Pero ahora parece que hay lectores que se preguntan por el tipo de poesía que se escribe en el presente, aunque pocas veces somos conscientes de la fuerza premonitoria que tiene la palabra que desenmascara a la misma historia. La poesía desde dentro mira al hombre con total libertad, con sus carencias y atributos, pero aunque habla del individuo, no es poesía social lo que pretende ser, ni porque habla de la dignidad del hombre en el caos de las ciudades, no es necesariamente la anarquía lo que retrata, o porque reivindica la palabra no es acción política lo que reclama. Buscando al hombre con sus conflictos, buscando el entorno, con sus dificultades, damos con la palabra a la espera de un entendimiento nuevo. Palabras que tampoco han cambiado tanto, se descubren como nuevas porque se presentan desnudas en el instante en que se muestra el poeta que intenta comprimir la realidad con todas sus consecuencias. En el mundo de los sentidos, cuando el mundo real y el imaginario se confunden como se reconoce el deseo por conocer el devenir de la historia y la imposibilidad de abarcarlo todo, el poeta busca su propio conocimiento con sus errores al descubierto, con sus miserias y dudas, su memoria y recuerdo. La experiencia que le otorgan tantas palabras en una sola vida que mirándose muy adentro encuentra en tantos como le precedieron, es un atributo de su lucidez. El valor de una poesía que se atreve con el retrato del individuo y la respiración de los que apenas tienen voz, es el coraje de buscar a los otros en uno, aun sabiéndose perdido, como inevitable es la presencia de la palabra en un mundo eternamente herido.

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